Hay una frase en el libro “Mientras escribo” de Stephen King que reza:
“Cada libro que se elige tiene una o varias cosas que enseñar, y a menudo los libros malos contienen más lecciones que los buenos.”
Creo que Tiburón, la novela de Peter Benchley que fue bestseller a principios de los setenta, ha sido muy ilustrativa para mí. Antes de nada, debo reconocer que Tiburón, la novela, cuenta con un tremendo handicap: Tiburón, la película. En mi opinión, una pequeña obra maestra, firmada por Steven Spielberg.
Pero es más que eso.
Voy a tratar de explicaros lo que he aprendido, pero antes me gustaría advertir a quien quiera seguir leyendo, que, si no sabe nada acerca de Tiburón, y piensa leer el libro o ver la película (aunque el hecho de que no la haya visto me resulta harto difícil de imaginar, pero factible después de todo) no siga con esta reseña. Necesito descomponer ciertas partes de la trama y los personajes. Espero que sepáis disculpar mi torpeza.
Bien, empecemos:
El libro tiene un punto que sí me gustó mucho. Las escenas en las que Benchley describe el comportamiento del “pez” y sus reacciones psicomotrices ante lo que percibe en el agua. Lo hace de forma sencilla, insertando términos científicos que, sin embargo, no chirrían. Ahora bien, para desconsuelo del lector, las escenas donde realmente sale el “pez” se reducen hasta la nimiedad, y en la práctica podemos decir que “el tiburón” casi no es el protagonista de la historia. Salvo esas contadas escenas, si utilizamos términos marineros, el libro hace aguas por todos lados. ¿Por qué?
Digamos que el autor se olvida de lo principal, se olvida del monstruo. En vez de eso, se dedica casi todo el libro a priorizar al personaje de la esposa del jefe Brody, Ellen, quien siente una desdicha existencial porque pasó de ser una jovencita de clase alta, a ser un ama de casa, desposada con un funcionario y que pasa apuros económicos para llegar a fin de mes con sus tres hijos. Conforme pasaba las páginas del libro, un rumorcito sonaba en mi cabeza, y me decía: “Benchley no sigas por ahí, te estás metiendo en un bosque demasiado espeso, que no nos deja ver lo importante”. Y así fue. Benchley continúa priorizando a Ellen, e inserta a Hooper, el experto en tiburones, que resulta provenir, también, de familia adinerada y que se nos presenta como un joven apuesto. Se establece un triángulo amoroso entre Hooper, Ellen y el jefe Brody. Un triángulo que, a mi entender, no funciona demasiado bien y no termina de convencerme. La otra gran apuesta del libro es la seudo-trama mafiosa que intenta explicar el empeño del alcalde Vaughan por no cerrar las playas.
Tranquilos, no voy a seguir destripando el libro. Me detengo aquí para hacer mi reflexión. Justo antes de terminar de leer el libro busqué por Internet quién era el guionista de la película. Me sorprendí al descubrir que fue el propio Benchley uno de los co-guionistas, secundando por otros dos hombres, y entre ellos, probablemente, John Millius (director de Conan), que se dice que fue el escritor del monólogo de Robert Shaw (Queen, el pescador) sobre el desastre del Indianápolis.
Según leí, Benchley rescribió el guión varias veces hasta que fue del agrado de los Estudios.
Joder. El resultado fue espectacular. Se pasó de una novela lánguida, difusa y un poco mediocre, a una historia cerrada y espléndida. Pero, ¿cómo fue eso posible?
Umm… Debo confesar que, llegados a este punto, siento algo de miedo. Yo escribo de forma honesta, o trato de hacerlo. Doy lo mejor de mí, usando mis escasas herramientas y dones literarios, entregándome a mis personajes. Para mí, los personajes son lo principal de una historia, y son ellos, en mi opinión los que originan la trama, y no al revés. Digamos que creo que “la trama” los encuentra. Por eso siento algo de miedo, a que, después de escribir una historia con mi mejor intención, venga alguien, la coja y saque de ella “oro puro”. Supongo que ese miedo se debe a mi propio egoísmo, al fuerte vínculo afectivo que genero con mis personajes. “Quiero que estés a mi lado, amarte y estar contigo, aunque solo pueda ofrecerte lo que ves”, como le diría un joven humilde a su prometida.
Y eso es lo que ha pasado con Tiburón.
Si fuera un adolescente diría que lo han “tuneado”, ya que realmente casi no han dejado títere con cabeza. Salvo el lugar donde transcurre la historia, Amity, los nombres de los personajes, y algunas coincidencias, todo lo demás es muy, muy diferente. Alguien podría decirme, con razón, que en la película tampoco se muestra excesivamente al monstruo, pero es importante destacar, que la película contiene muchas escenas de mar, donde la música de John Williams crea una sensación de angustia sin parangón.
Pero sobre todo, la clave está en los personajes.
El jefe Brody (Roy Scheider), es ahora un hombre de ciudad que se ve trasladado a una isla. Desde el principio se nos muestra su animadversión por el agua, por lo que se comprende a la perfección, que “no está en el medio adecuado”. El alcalde y los miembros del consejo se empecinan en mantener las playas abiertas, pero en la película se hace más hincapié en el lado turístico del pueblo, que se describe de forma cálida y pintoresca, lo que tinta la película desde el principio de un aire de “historia de aventuras”.
Ellen, la esposa de Brody, queda relegada a un segundo plano. Aporta lo suficiente para consolar a su esposo, creando la tensión dramática necesaria y el dolor interno del personaje.
Hooper, con el maravilloso Richard Dreyfuss, se nos presenta como un tipo simpático, un estudioso o un estudiante aventajado, pijo, que cae bien, y que en vez de meterse en un triángulo amoroso, “conecta” con Brody. Aporta el lado real y científico de la trama, equilibrándola, pues inserta comentarios acerca del comportamiento de la bestia. Digamos que es el Van Helsing de la historia.
Quint. Llegamos al tipo duro. La revelación de la historia. Aquí es donde saltan los fuegos artificiales. El libro se queda corto con él. Robert Shaw, el actor, se zampa el papel como el tiburón se lo come a él mismo. La pesca de la bestia es totalmente una historia de aventuras, perfectamente narrada, con diálogos ágiles, cargados de cinismo. Por ejemplo, la escena en la que Brody está echando carnaza por la borda y al girarse ve al tiburón emerger del agua, mostrando sus enormes mandíbulas. Se levanta consternado y le dice a Quint: "vamos a necesitar un barco más grande."
“Cada libro que se elige tiene una o varias cosas que enseñar, y a menudo los libros malos contienen más lecciones que los buenos.”
Creo que Tiburón, la novela de Peter Benchley que fue bestseller a principios de los setenta, ha sido muy ilustrativa para mí. Antes de nada, debo reconocer que Tiburón, la novela, cuenta con un tremendo handicap: Tiburón, la película. En mi opinión, una pequeña obra maestra, firmada por Steven Spielberg.
Pero es más que eso.
Voy a tratar de explicaros lo que he aprendido, pero antes me gustaría advertir a quien quiera seguir leyendo, que, si no sabe nada acerca de Tiburón, y piensa leer el libro o ver la película (aunque el hecho de que no la haya visto me resulta harto difícil de imaginar, pero factible después de todo) no siga con esta reseña. Necesito descomponer ciertas partes de la trama y los personajes. Espero que sepáis disculpar mi torpeza.
Bien, empecemos:
El libro tiene un punto que sí me gustó mucho. Las escenas en las que Benchley describe el comportamiento del “pez” y sus reacciones psicomotrices ante lo que percibe en el agua. Lo hace de forma sencilla, insertando términos científicos que, sin embargo, no chirrían. Ahora bien, para desconsuelo del lector, las escenas donde realmente sale el “pez” se reducen hasta la nimiedad, y en la práctica podemos decir que “el tiburón” casi no es el protagonista de la historia. Salvo esas contadas escenas, si utilizamos términos marineros, el libro hace aguas por todos lados. ¿Por qué?
Digamos que el autor se olvida de lo principal, se olvida del monstruo. En vez de eso, se dedica casi todo el libro a priorizar al personaje de la esposa del jefe Brody, Ellen, quien siente una desdicha existencial porque pasó de ser una jovencita de clase alta, a ser un ama de casa, desposada con un funcionario y que pasa apuros económicos para llegar a fin de mes con sus tres hijos. Conforme pasaba las páginas del libro, un rumorcito sonaba en mi cabeza, y me decía: “Benchley no sigas por ahí, te estás metiendo en un bosque demasiado espeso, que no nos deja ver lo importante”. Y así fue. Benchley continúa priorizando a Ellen, e inserta a Hooper, el experto en tiburones, que resulta provenir, también, de familia adinerada y que se nos presenta como un joven apuesto. Se establece un triángulo amoroso entre Hooper, Ellen y el jefe Brody. Un triángulo que, a mi entender, no funciona demasiado bien y no termina de convencerme. La otra gran apuesta del libro es la seudo-trama mafiosa que intenta explicar el empeño del alcalde Vaughan por no cerrar las playas.
Tranquilos, no voy a seguir destripando el libro. Me detengo aquí para hacer mi reflexión. Justo antes de terminar de leer el libro busqué por Internet quién era el guionista de la película. Me sorprendí al descubrir que fue el propio Benchley uno de los co-guionistas, secundando por otros dos hombres, y entre ellos, probablemente, John Millius (director de Conan), que se dice que fue el escritor del monólogo de Robert Shaw (Queen, el pescador) sobre el desastre del Indianápolis.
Según leí, Benchley rescribió el guión varias veces hasta que fue del agrado de los Estudios.
Joder. El resultado fue espectacular. Se pasó de una novela lánguida, difusa y un poco mediocre, a una historia cerrada y espléndida. Pero, ¿cómo fue eso posible?
Umm… Debo confesar que, llegados a este punto, siento algo de miedo. Yo escribo de forma honesta, o trato de hacerlo. Doy lo mejor de mí, usando mis escasas herramientas y dones literarios, entregándome a mis personajes. Para mí, los personajes son lo principal de una historia, y son ellos, en mi opinión los que originan la trama, y no al revés. Digamos que creo que “la trama” los encuentra. Por eso siento algo de miedo, a que, después de escribir una historia con mi mejor intención, venga alguien, la coja y saque de ella “oro puro”. Supongo que ese miedo se debe a mi propio egoísmo, al fuerte vínculo afectivo que genero con mis personajes. “Quiero que estés a mi lado, amarte y estar contigo, aunque solo pueda ofrecerte lo que ves”, como le diría un joven humilde a su prometida.
Y eso es lo que ha pasado con Tiburón.
Si fuera un adolescente diría que lo han “tuneado”, ya que realmente casi no han dejado títere con cabeza. Salvo el lugar donde transcurre la historia, Amity, los nombres de los personajes, y algunas coincidencias, todo lo demás es muy, muy diferente. Alguien podría decirme, con razón, que en la película tampoco se muestra excesivamente al monstruo, pero es importante destacar, que la película contiene muchas escenas de mar, donde la música de John Williams crea una sensación de angustia sin parangón.
Pero sobre todo, la clave está en los personajes.
El jefe Brody (Roy Scheider), es ahora un hombre de ciudad que se ve trasladado a una isla. Desde el principio se nos muestra su animadversión por el agua, por lo que se comprende a la perfección, que “no está en el medio adecuado”. El alcalde y los miembros del consejo se empecinan en mantener las playas abiertas, pero en la película se hace más hincapié en el lado turístico del pueblo, que se describe de forma cálida y pintoresca, lo que tinta la película desde el principio de un aire de “historia de aventuras”.
Ellen, la esposa de Brody, queda relegada a un segundo plano. Aporta lo suficiente para consolar a su esposo, creando la tensión dramática necesaria y el dolor interno del personaje.
Hooper, con el maravilloso Richard Dreyfuss, se nos presenta como un tipo simpático, un estudioso o un estudiante aventajado, pijo, que cae bien, y que en vez de meterse en un triángulo amoroso, “conecta” con Brody. Aporta el lado real y científico de la trama, equilibrándola, pues inserta comentarios acerca del comportamiento de la bestia. Digamos que es el Van Helsing de la historia.
Quint. Llegamos al tipo duro. La revelación de la historia. Aquí es donde saltan los fuegos artificiales. El libro se queda corto con él. Robert Shaw, el actor, se zampa el papel como el tiburón se lo come a él mismo. La pesca de la bestia es totalmente una historia de aventuras, perfectamente narrada, con diálogos ágiles, cargados de cinismo. Por ejemplo, la escena en la que Brody está echando carnaza por la borda y al girarse ve al tiburón emerger del agua, mostrando sus enormes mandíbulas. Se levanta consternado y le dice a Quint: "vamos a necesitar un barco más grande."
Lo que hace una buena historia de Tiburón, la película, es que no te deja olvidarte ni por un momento donde te has metido. Estás en el agua, nene, y por ahí asoma una aleta dorsal. ¿Lo entiendes?
Creo que eso es lo más importante que he aprendido. Y me ha venido mejor que si hubiese leído un libro magníficamente escrito, con una trama cerrada y sin fisuras. Porque dentro de poco me propongo pulir mi última novela y ahora tengo claro que es necesario “devastar” todo lo superfluo. Al lector de Tiburón no le interesa para nada las operaciones inmobiliarias de Amity, ni la atormentada vida sentimental de Ellen. Hay que centrarse más en los personajes que rodean al tesoro de la historia: el tiburón. Debemos saber que Brody se siente torpe en un barco, que Quint es una especie de capitán Achab, duro y cínico, que sabe lo que se lleva entre manos, pero que es capaz de cualquier cosa, incluso de impedir que les socorran cuando el barco, la Orca, se hunde. Y, es una gran lección para un escritor novel, ¿no creéis? Observar la zozobra de una novela comparada con su versión posterior, que la encumbra mucho más allá de lo que se merecía inicialmente.
Y lo más desconcertante de todo: ¿Fue el propio Benchley quien lo consiguió?
De ser así refrendaría la importancia de pulir una obra, de extraer de ella lo mejor.
Sé que hay un amplio sector de escritores que están totalmente en contra de la labor de pulir. Incluso recuerdo a uno que, hablando de este tema, me contestó indignado que a su obra no le faltaba ni le sobraba ni una coma, ni una letra.
Pero, por definición, no existe nadie tan perfecto.
¡Eh, que a mí me cuesta mucho "pasar las tijeras"! Lo reconozco. Pero hay que armarse de valor, y salir al mar, aunque tengamos miedo. Tenemos que enfrentarnos con el monstruo.
Nuestro propio monstruo llamado egocentrismo.
¡Eh, que a mí me cuesta mucho "pasar las tijeras"! Lo reconozco. Pero hay que armarse de valor, y salir al mar, aunque tengamos miedo. Tenemos que enfrentarnos con el monstruo.
Nuestro propio monstruo llamado egocentrismo.
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P.D. Para el que no lo sepa, el tipo que se ve en la foto del encabezamiento, posando sonriente entre las fauces del Gran Blanco, es un jovencísimo Spielberg.
19 comentarios:
Hola amigo.
No he leido el libro, pero ví la película muchas veces. Me gusta el mar, pero paso mucho miedo con los tiburones. Lo más seguro es que no la vea más...lo siento. Pero es buena sobre todo en los efectos especiales. Ese director es muy bueno.
Un beso.
Supongo, que el autor tuvo que escribir hasta que a alguien le gustase. Por desgracia no he tenido ocasión de leer el libro, sin embargo la película tiene un lugar en mi mente, recuerdo cuando era un niño y la veía con mi hermano, me encantaba.
El detalle de que el autor sea el guionista no es de extrañar, en la saga de Parque Jurásico (otra joya de Spielberg, a mi modo de ver) es el mismo autor de la novela quien hizo el guión, y nada tiene que ver una cosa con la otra.
En cuanto a los personajes, ya sabes cómo pienso sobre ellos, son el eje de la historia, aunque sospecho que ha veces peco por desviarme demasiado con tal de dar explicaciones sobre ellos. Al pulir mis cambios se limitan a frases, datos y poco más, rara vez a escenas.
Claro que podémos aprender mucho sobre el ejemplo, aunque como buenos humanos cometemos errores de manera constante XD.
Me ha parecido bastante interesante la lectura, un saludo.
Hola compañero,
yo también he visto la película pero no tenía ni idea de que existía el libro.
Con respecto a lo que comentas de la trama y los personajes, yo reconozco que procuro igualar ambos aspectos lo máximo posible, aunque prima un poco más la trama, es decir, por ejemplo para mi primera novela tenía unos detalles de los personajes, pero ya conocía la trama. Luego ocurrió que los personajes "crecieron" hasta el punto de cambiar aspectos de la trama que ya no tenían cabida. Pero, si te soy sincero, lo primero que me viene a la cabeza es una idea, no un personaje.
Con respecto a lo de "pasar las tijeras", creo que el manuscrito lo corregí cuatro veces por completo, hasta que me dí cuenta de que siempre encontraría cosas que cambiar, ý entonces fue cuando lo envié a la agencia.
Un saludo.
Ji,ji... Isis yo también he visto la peli un montón de veces y también, como tú, pasé mucho miedo. Recuerdo que, en la total oscuridad de la sala de cine, miraba hacia los lados por si aparecía el tiburón. Tranquila puedes volver a verla que con el tiempo y la distancia las cosas que antes nos impactaban van perdiendo algo de fuerza. Vamos, digo yo.
Un beso.
Ithur, gracias por tus reflexiones. Ambos tenemos una relación con los personajes, ¿verdad? Eso de desviarse del tema a mí también me ha pasado, que conste. Aunque no siempre es algo malo, a veces, sin darte cuenta coges un atajo en la historia y apareces al mismo sitio que querías llegar pero con experiencias más enriquecedoras. Yo lo de pulir, lo llevo bastante peor. Debo esforzarme más en ese punto.
Un abrazo.
Jesús, muy interesante lo que comentas. Bueno, si soy sincero yo estoy constantemente corrigiendo lo que escribo. Cada sesión empieza leyendo lo anterior, pero no considero que eso sea "pulir" la obra de una forma global. Con mi última novela quiero probar lo que le leí a Stephen King y lo que han dicho otros escritores: distanciarse un tiempo de lo que has escrito para "devastar" con cierta objetividad. A ver cómo sale.
Jesús, lo cierto es que no hay reglas fijas. Tal vez no me quedó muy bien lo que quería expresar en la entrada. Para mí la trama no es fundamental, me refiero a que no tanto como para condicionarlo todo ni encorsetarlo. Ahora bien, no siempre empiezo por los personajes, a veces, me viene una idea y voy tirando del hilo. Una idea, o una escena. Lo que sí ocurre es que los personajes, como tú dices, van creciendo y desarrollándose de forma propia. Como si algo mágico les hubiese insuflado vida. Creo que esa es una de las formas para descubrir que uno escribe con honestidad, con verdad. Pero como dije antes, no hay reglas fijas. Cada uno encuentra su forma de expresarse.
Un saludo.
Me gustaría saber qué escritor dijo eso de que a él no le sobraba ni faltaba una coma. Siempre se es susceptible de mejorar. Siempre hay que pulir y reducir, quitar lo superfluo (que a veces, nos desviamos, es cierto) y centrarnos todo lo más posible en las motivaciones de los personajes.
Encorsetarse en una trama es incompatible con la espontaneidad (Stephen King dixit) y es totalmente cierto. La trama se desvía y se mueve porque quizás haya algo en la escritura que no nos pertenece, quizás exista esa parte que es escrita por alguien más (léase Dios, musa, guía, ángel).
Devoust:
Hacer una película de una novela tiene sus matices. En primer lugar, debe tener más o menos trescientas páginas para que sea viable, sin que queden grandes partes por fuera. En segundo, es probable que siendo el mismo autor el guionista, haya sabido qué partes cortar, pues en cine y más siendo Spilberg el director, se requiere ir directo al grano: acción. Si la novela se llama Tinurón, los productores vieron que sería una veta de otor dedicarse al personaje que da nombre a la novela, o sea, el escualo. Bucaron la mejor música, por supuesto, Williams, y obviaron la parte de los problemas existenciales de algunos personajes que no vienen a cuento. Me imagino al Spielberg: "oye, llévate este adefesio y tráeme algo que valga la pena filmar" o "no me interesa si la mujer está rodeada de lujos, yo lo que quiero es saber cómo le hacemos para que el maldito tiburón sea inolvidable" Y lo logró.
Un abrazo,
Blanca
Martikka, me ha encantado tu comentario: "La trama se desvía y se mueve porque quizás haya algo en la escritura que no nos pertenece, quizás exista esa parte que es escrita por alguien más (léase Dios, musa, guía, ángel).". Yo también estoy convencido de que hay algo más que mueve la pluma o deja caer la tecla, asusta un poco, ¿no? Je,je.. Un saludo.
Umm... Blanca, es verdad eso que dices. El cine y la literatura tienes prioridades, enfoques y matices diferenciados. Impera lo "visual" sobre lo introspectivo. No obstante, la película consigue definir muy bien los personajes con pocos detalles y perspectivas muy distintas. Digamos que "me cuadran" más los personajes de la película. Me resultan más verdaderos, y entre ellos salta química. Ahora bien, todo lo que cuentas acerca del cine es cierto.
Tu reflexión es bastante alclaratoria, ¡muchas gracias!
Un abrazo.
Odio Tiburón.
La película ataca algo sagrado para mí y por tanto jamás podrá gustarme Tiburón. Amo a los tiburones y esta película les ha hecho un flaquísimo favor.
Se distorsiona por completo lo que es un tiburón blanco. Se ha llevado al borde de la extinción a este hermosos animales el hombre es el verdadero tiburón.
La película es pues para mí pura basura y por supuesto el libro no me interesa para nada.
Todos somos intolerantes para ciertas cosas y yo lo soy en esto. Es como ver una película de vaqueros donde los indios son tontos de capirote para mí es intolerable y por tanto nunca me gustará una pelicula que haga semejante planteamiento.
Por lo demás yo soy un defensor de quitar todo lo supérfluo a cualquier texto o historia pero también lo soy a no distorsionar nada tal como hace Tiburón.
Vaya oriafontan, siento que te haya disgustado la entrada. Cierto es que la parte "oscura" de Tiburón ha sido, como has comentado, la animadversión hacia estos bellos animales. Benchley lamentó profundamente haber dado esa visión del pez, hasta tal punto, que durante los siguientes años se dedicó a promover campañas en contra de la matanza de tiburones y realizar documentales. Ahora bien, creo que hay que diferenciar algunas cosas. A mí, Tiburón, me encanta y por otro lado, ¡adoro los tiburones! El tiburón blanco es uno de mis animales preferidos. De hecho, me fascinan y me trago todos los documentales que echan sobre él. Me parece un animal muy bello, y, aunque me encante la película mi opinión sobre él no ha cambiado. No lo veo "un matahombres". Es un depredador que surca los oceános y que mata para alimentarse. Accidentalmente, puede toparse con algún bañista o surfista, pero eso no cambia mi opinión. Así que, creo que yo por lo menos, en este caso, puedo convivir con las dos ideas: la peli sobre el monstruo y la realidad científica. Para mí no suponen ningún problema, aunque te comprendo.
Un abrazo.
Sergio, ¡magnífica entrada! Es una de las mejores que he leído nunca. ¡Bravo!
Has puesto el dedo en una llaga ulcerada y doliente: ¿debe el escritor plegarse a peticiones para cambiar a su criatura?
Lo primero, el escritor debe ser honesto. Y si otra persona le hace ver que algo chirría en su libro, debe preguntarse: ¿chirría de verdad y no le he visto?¿Por qué no lo corregí ni me di cuenta? Porque para un padre sus hijos son más guapos y simpáticos. Por eso es bueno saber la opinión del vecino.
Un saludo
¡Haces que me sonroje, Blas! Ji,ji... Creo que he tocado un tema que a tí, personalmente, te llega muy adentro. Blas, has luchado con ganas para sacar tu novela adelante, y has trabajado mucho y bien. Nadie como tú sabe lo que es depurar a "un hijo". Yo, si te soy sincero, lo tengo más crudo. Creo que por mucho que me empeñe no sabré o no podré hacerlo tan bien si no cuento con la óptica de un profesional (un verdadero profesional) que pueda aportarme un punto de vista renovado. Sabes que los autores queremos mucho a nuestros cachorrines, y que por muy interesados que estemos en hacerlos mejores, necesitamos un empujoncito o una motivación extra. Pero es lo que hay. Desde luego es el camino. Por eso he intentado la táctica que aconseja el maestro King de alejamiento durante un tiempo para ser más objetivo. Ya os contaré qué tal va.
Un abrazo y muchas gracias.
Sergio.
“Para mí, los personajes son lo principal de una historia, y son ellos, en mi opinión los que originan la trama, y no al revés. Digamos que creo que “la trama” los encuentra.”
Por lo que decís, Deusvolt (no leí la novela), posiblemente el autor haya considerado que, entre los personajes principales, los que originan la trama, no está el tiburón. Spielberg pensó lo contrario: para él, el tiburón era un personaje central. La diferencia entre la calidad de la novela y de la película puede estar basada en mil cosas… y bien puede ser que una de ellas sea, simplemente, que el autor de la novela es un mal escritor y el director de la película un genio del cine. Quiero decir: para la novela, no darle protagonismo al tiburón no implica, necesariamente, que el texto sea flojo o lánguido.
Por cierto, no pienso leerla, jajajaja.
Qué cosa curiosa de que haya quien esté en contra de pulir los textos. Me parece un contrasentido. Salvo que la negativa a pulir venga luego de haberse quemado las pestañas, el cerebro y las vísceras en un trabajo previo de pulido.
Buen blog, Deusvolt. Me gusta!
Abrazos,
Esther
¡Hola, Esther! Me alegro de que te guste el blog... Sí, lo que apuntas sobre "un pre-pulido" sería otra posibilidad. Pero es que el ser humano es la mar de curioso, ¿no es así? Je,je.. Se puede inventar cualquier tipo de justificación. Por ejemplo, hace tiempo que escuché que para pulir una obra es necesario tomar una distancia con la misma. Dejar pasar un tiempo para "que las vísceras se asienten". Pues, me parece que de todos los amigos virutales que conozco ¡son pocos lo que lo practican! Ja,ja... No se lo echo en cara, a mí me está costando horrores. Pero es que, yo mismo he ido corrigiendo mi manuscrito conforme lo he ido escribiendo. Cada día leía lo anterior, aunque eso no implica "una limpieza general y a fondo", objetiva. Vamos, eso pienso ahora. Lo mismo cuando lo haga, jamás vuelva a repetir la experiencia. ¡Ya te contaré! ¡Qué bien me vendrían tus dotes para detectar ruidos, Esther!
Un beso.
Sergio.
Hola. No he leído el libro ni tenía intenciones de hacerlo (y después de esta descripción, menos lo pienso leer jeje...)
La película la vi cuando tenía más o menos 10 años, y les confieso que quedé medio "traumada", al punto en que, aunque siempre amé el agua, después de ver la película temía nadar en la playa, por miedo a los tiburones. Podía yo nadar feliz en un río, pero jamás en la playa. Y ese temor me duró algunos años.
Una vez en la playa vi uno real, a lo lejos, y peor fue mi susto.
Cuando veía la película, incluso subía los pies al sofá, por temor a que algún animal similar me atrapara, aún en tierra... jajaja...
Incluso fui la inventora de un juego que causó sensación entre los vecinitos, en el cual el césped de nuestros patios era el mar, mientras que las aceras y veredas eran tierra firme.
Uno de nosotros la hacía del tiburón, que procuraba atrapar y "comerse" a todo el que pudiera, y solo estábamos a salvo mientras no pisáramos el césped... jajaja... imaginación infantil.
Al presente, he visto la película varias veces más y, a Dios gracias, ya no me impresiona para nada... jajaja...
Me agrado mucho la primera pelicula en la que hay una historia original .Richard Dreyfuss es Matt Hooper alguien quien estudia fenomenos en el oceano , junto a Lorraine Gary puede quedar una historia que continue con la saga junto a los hijos Brody, en esta se podria apreciar una trama al estilo de las primeras peliculas digna de ver.
Yo leí el libro dos veces. Y hay que decir que en la novela existe el personaje de Meadows, que también existe en la película. El es el editor del periódico que se encarga de encubrir todos los errores del alcalde y hacer que su imagen salga bien. En la novela el es el inteligente de la historia. El es el que investiga todos los ataques del tiburón junto con el jefe Brody, mientras Hooper se acuesta con la esposa de este. Resulta que en la novela este personaje es crucial. En la película no, por una razón. Los personajes de la novela son verdaderamente desagradables, todos. Entonces Spielberg necesitaba que alguien puliera el guión de Peter Benchley. Invitó a un amigo, el actor y guionista Carl Gotlieb, especializado en escribir guiones de programas de comedia en Estados Unidos como LA PAREJA DISPAREJA. A Carl se le dió el personaje de Meadows en la película. Pero lo que hizo Carl Gottlieb no creo que lo hiciera nadie. En primer lugar el fue el que hizo que todos los personajes se volvieran sinpáticos, eliminó el romance entre Hooper y la esposa del jefe Brody, y al alcalde lo volvió un hombre bonachón que sólo buscaba el bien económico de la sociedad. Pero lo más importante fué casi eliminar su personaje hasta reducirlo a casi nada en la película, y darle esa personalidad inteligente y de investigación al personaje de Hooper al que volvió el personaje mas simpático de la película, mientras en la novela te alegras de que el tiburón se lo comiera por lo pedante que es. Carl Gottlieb fué capaz de sacrificar su personaje, y probablemente el haberse convertido el estrella y leyenda del cine como le pasó a Richard Dreyfus, a Roy Scheider y Robert Shaw, en favor de la película. A pesar de que su personaje casi pasa desapercibido, lo que hizo por el guión fué volver la película lo que es.
PD. Como dato curioso, de la novela sólo queda la anécdota en la película y el nombre de los personajes, pero ni una sola linea de la novela aparece ni por error en la película. Todos los diálogos de la película son originales.
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