jueves, 24 de septiembre de 2009

PARA QUE HAYA SOMBRA, TIENE QUE HABER ÁRBOL.

Hoy tocaba McDonald´s para comer. Así que he cogido el coche y he ido a un centro comercial cercano.
A mi mujer y a mí nos encanta comer comida basura mientras vemos capítulos de Las chicas Gilmore en el DVD. Tiene que ser algo relacionado con el subconsciente porque las protagonistas de la serie, Lorelay y Rory (madre e hija), sólo comen porquerías -muchas y a todas horas-: pizzas, dulces, chocolate, hamburguesas, rollitos de primavera… je,je, lo que nos gusta a nosotros y, claro está, lo que en una dieta sana no se puede comer todos los días. Así que nos permitimos un homenaje de cuando en cuando, con el consiguiente arrepentimiento posterior, que no es muy sentido, todo sea dicho.
Bueno, el caso es que aparco en frente de la entrada del McDonald´s, me bajo del coche y empiezo a caminar, contemplando los nubarrones que se acercan por el este, tan negros como la tinta china. Camino deprisa, siempre lo hago, es una costumbre. Pero, para mi sorpresa, veo a un hombre que debe frisar los cuarenta, entrado en carnes, apretar el paso, y, con gran esfuerzo, ponerse a mi altura. De la mano, lleva a su hijita (supongo que debe serlo) de unos cinco añitos, linda y mofletuda, que a trompicones y sin protestar, sigue el ritmo de su padre. Durante unos instantes he sentido que manteníamos una especie de carrera por llegar a la entrada de la hamburguesería. Me ha parecido fuera de lugar que alguien quiera romperle los meniscos a su hija pequeña con tal de llegar antes a la fila de comida rápida, así que he frenado un poco para dejarles pasar primero. El tipo, con gran avidez, se ha colocado raudo en la única cola disponible en ese momento. Eran más de las tres de la tarde, y la punta de clientes había decaído.
Total, ahí estoy yo, tras padre e hija, y un hombre y su mujer, esperando turno. Lo bueno del McDonald´s (y os juro que no es por hacer propaganda) es la eficiencia con la que te atienden, por lo menos al que voy yo. El encargado ha abierto otra caja, y la cola se ha dividido en dos, para gran satisfacción del “padre destroza meniscos”. Bueno, ya me queda menos, pienso. Pero no las tengo todas conmigo. En esto, llega un viejo y se pone detrás de padre e hija. Un hombre mayor, de los de manual, ya sabéis: pantalones grises y rebeca de punto blanca. Terminan de despachar a padre e hija, pero la chica de la caja donde espera el viejo se ausenta un segundo. Al mismo tiempo, la pareja que está delante de mí también acaba de recoger su pedido. Como llevan una bandeja bastante voluminosa, cargada con todo el repertorio del menú, me hago a un lado para dejarlos pasar. Y ocurre. Claro.
El viejo da una zancada y se pone en mi cola, y pide. Y le atienden. Quiero un café cortado, dice.
Frunzo el ceño. Me pongo a su altura y le digo: Perdone, señor, iba yo primero. Repito la frase pero el viejo hunde la barbilla en el pecho, sin mirarme y hace como que no me escucha. Observo el audífono en su oreja derecha, su cara arrugada y la piel salpicada de manchas. Enarco una ceja y lo dejo estar. El encargado que pasa por ahí, me observa hosco, y me invita a hacer el pedido, pero de mala gana, con malas pulgas. Con una expresión flotando en su rostro que viene a decir “joder, tío, deja en paz a ese pobre viejo, no seas maleducado, ¿no ves que es un hombre mayor?” Eso también me joroba bastante.
Tras cinco minutos de espera, pago y recojo mi bolsa. Antes de irme, puedo ver de soslayo al viejo tomando café con su mujer en una de las mesas del fondo. Suspiro y me marcho.

Otro caso:

Un sábado por la mañana, bien temprano, llevo a mi padre a comprar al mercado de Santa Florentina, un conglomerado de puestos situados en el interior de un edificio de principios de siglo XX, recién remodelado. A mi padre le gusta comprar allí la verdura y el pescado que le encarga mi madre.
La historia comienza de forma parecida: estaciono el coche en una avenida aledaña, rebusco en mis bolsillos una moneda y me acerco a la máquina para sacar un tique de aparcamiento. Imaginaos la escena: las aceras están desiertas, hay un montón de plazas para aparcar, no se ve un alma a la vista, camino con la moneda entre los dedos y, de pronto, cuando apenas me quedan diez metros para llegar hasta la máquina, aparece un hombre –que debe rondar los sesenta- corriendo a todo lo que le permiten sus piernas. Me quedo perplejo, tardo en comprender que ese hombre se juegue (sus meniscos) por coger turno en la máquina. Total, que no me “pico” y le dejo alcanzarla antes que yo. No quiero ser cómplice de una muerte prematura, ni nada de eso. Bueno, pues el viejo se encorva delante de la máquina y mete tembloroso la mano en sus pantalones, saca un monedero todo pellejudo y empieza a buscar con impaciencia una moneda. Medio minuto, un minuto, minuto y medio, y yo detrás, esperando con mi moneda entre los dedos. Puro egoísmo, algo ridículo. No quiero pensar qué sería de nosotros si estuviéramos en la época de las cartillas de racionamiento. La de hostias que nos íbamos a dar por conseguir un poco de comida.

Lo que quiero resaltar con esta entrada es que ese tipo de cosas me pasan cada vez con más frecuencia. Ya no son hechos aislados. Lo curioso es que me ocurren con gente mayor, supuestamente educada, gente que ya olvidó lo que es tener acné hace mucho tiempo.
Cuando me ocurren me produce cierto desasosiego, cierta inquietud.
Entonces recuerdo el libro de Saramago: “Ensayo sobre la ceguera”, un libro muy escatológico pero que, a mi parecer, refleja muy bien la delgadísima línea que nos separa del embrutecimiento. Del palo, el fuego y las pinturas en las cavernas. Saramago describe a la perfección los rasgos más impíos de la sociedad, los rasgos más “humanos”. Tiene frases que dejan huella, y juega hábilmente con los refranes populares para poner al descubierto nuestros mayores defectos, lo ruines que podemos llegar a ser.
“Si no somos capaces de vivir enteramente como personas, hagamos lo posible para no vivir enteramente como animales”.
Como suele decirse, en situaciones límite o catastróficas, sale a la luz “lo mejor y lo peor del género humano”, es verdad, los hechos heroicos, pero no sé… últimamente parece haberse perdido algo de esa dignidad, de ese cultivo por las buenas maneras, o por lo menos, las mínimas maneras.
Es como si la mala educación se hubiera extendido como la mala hierba en un jardín, que nadie, o casi nadie, se preocupa por cuidar como es debido. Los políticos (sea del bando que sean) señalan con desdén a las plantas jóvenes, pero se olvidan con frecuencia, que el mismo descuido crece también alrededor de las viejas.
Por supuesto sería una falacia generalizar, pero me queda ese mal sabor de boca, ese resquemor. Siento que nuestros mayores han perdido tanto o más que los jóvenes. Porque solo puede perder algo quien alguna vez lo tuvo. Y lo tuvieron, porque en mis recuerdos no tan lejanos, las personas mayores eran la primeras en saludar cortésmente, las que cedían el sitio a las embarazadas, las que pedían permiso antes de entrar, o las que preguntaban el turno en la tienda… En definitiva, se mostraban dignas, se comportaban como “señoras y señores”. No era una cuestión de dinero, ni de rango social.
Por eso termino, esta entrada-reflexión, con otro refrán: “A quien buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”.

Y me pregunto: ¿Dónde está el árbol ahora?

28 comentarios:

María dijo...

Hola amigo.

No tengo más remedio que sonreir con tu entrada: Me explico, una que es mujer, ama de casa, trabajadora, abuela( aunque no lo creas) y un montón de cosas más, le pasa con la gente mayor algo parecido. Siempre con prisa: tareas domesticas, compras y a la 1.15 comida en la mesa con más o menos gusto de los comensales. (Solo somos 2), pero a veces no es del agrado de todos:-(
Pues cuando más prisa tengo, intenta colarse en la caja del super o en cola del pescado algún señor que su prisa, es la espera de sus amigos en el bar de la esquina.
Intento ser amable con mis mayores, pero me cabrea mucho cuando les veo tan ricamente sentados, mientras yo parezco una moto de carreras.

Espero no perder la cordura con el paso de los años...

Un besico.

Silvia dijo...

Hola, Deusvolt. Yo creo que la mala educación, al igual que el amor, no tiene edad, jeje. Pero sí es cierto que muchas veces te sorprendes al ver a personas mayores comportarse de forma grosera; ya que se suele atribuir a las personas jóvenes y adolescentes la mala fama de tener "malas maneras".
Por cierto, a mí me encanta la comida basura, lo que pasa es que últimamente entre los helados del verano y las visitas ocasionales al burguer, mi báscula hace un ruido extraño cuando me subo jaja.

Ithur dijo...

Deusvolt, otro par de cosas en común, siempre camino rápido, no con prisas, simplemente rápido, y me gustaba la serie de Las chicas Gilmore.
Deusvolt, dejando aparte el parecido XD, creo que la sociedad actual ha perdido mucho, esto ha degenerado en un terrible sálvese quien pueda, me parece estúpido correr como un poseso por ganar un turno en la cola para comprar comida o pagar un tiquet, pero por desgracia sucede. Yo he tenido pocos casos con personas mayores (sólo una vez en que un anciano se saltó un stop por pasar por un semáforo en verde, no llego a tener buenos frenos y...).
Es interesante esto porque vamos viendo poco a poco que nos damos muchos aires, y la única diferencia entre nosotros y el primer homínido, es que este se rascaba el trasero y luego se lamía las manos.
No existe un amor por la comunidad, un respeto hacia los demás o un civismo claro, cada uno atiende a sus problemas y que les den a los demás, y eso señores es realmente triste. Vivimos en competencia constante con los demás. Lo más duro es que la competencia no tiene sentido.
En mi caso, puedo decir que la gente vive loca con las prisas, y yo vivo muerto de risa XD.

Sergio G.Ros dijo...

Hola abuelilla Isis, ja,ja...¡pero si eres demasiado joven! ¡No me lo creo! ¡Que no!ja,ja... Es broma, chica, muchas gracias por pasarte.
Sí, lo de que se quejen de las comidas me suena (en casa de mis padres pasaba lo mismo), tiene que ser duro que te critiquen con todo el trabajo que llevas.
Pues mira, lo de los mayores se está tornando feillo, la verdad. Se han desmadrado un poco y nadie parece darse cuenta de ello. Que sí, que sí, que los jovenzuelos están fatal, pero ¿y los viejos? ¡Si tienen historias de sexo y cuernos en plan porno! Ja,ja... si yo te contara la de historias locas que les he escuchado a algunos mayores... ¡Se han desmadrado y hay que volverlos al redil!
En serio, no me preocupa tanto eso, me preocupa la pérdida de valores (educación) que se ve últimamente (respeto) en todas las generaciones.
Estoy de acuerdo en que hay que tenerles respecto a los mayores. Eso es sagrado, pero también ellos deben dar la talla.
Un besote.

Sergio G.Ros dijo...

Ja,ja Silvia pues a mí me ha pasado al revés. Verás, llegué al verano hecho una bolilla y tuve que ponerme a dieta (por vergüenza para ir a la playa) y me he pasado casi todo el verano en plan lechuga y zanahoria, y cuando estaba mejor de cuerpo, pues nada que ya no vamos a la playa: ¡¡soy idiota!! Bueno, pues habrá que darse un homenaje de cuando en cuando, ¿no?
Ah, y lo de los mayores, umm... pero mira que queda feo cuando son groseros, ¿no te parece?
Oye, muchas gracias por pasarte por aquí, guapa.
Un beso.

Sergio G.Ros dijo...

Lo has descrito muy bien Ithur, las prisas por todo y a todas horas. Se ha perdido sobre todo el respeto hacia los demás, nos importa un pimiento mientras nosotros tengamos nuestro trozo de carne en las manos.... Uff qué chungo lo íbamos a tener si volviéramos en el tiempo.
En fin, es algo que también tiene que ver con la geografía... porque aunque no te lo creas he estado en algunas grandes ciudades (omitiré nombres) y la cosa es mucho peor. La gente es más, pero que más "violenta", y vamos yo no quiero que me rompan las narices por tropezar sin querer con alguien por la calle.
Increíble pero cierto.
Ni gripe A ni nada de nada, la peor enfermedad hoy día es el estrés.

Unknown dijo...

Me han gustado mucho tus relatos, independientemente de los malos modales que prevalecen "universalmente", me ha gustado la forma en que me has formado en la fila, y casi he visto al viejito robandote el lugar.. describes de una forma muy gráfica.. muy buenos relatos.. saludos..

Sergio G.Ros dijo...

Hola Klaus, muchas gracias por tus amables palabras:¡¡dan mucho ánimo!!! Te agradezco también que te pases por el blog, y te invito a que te sientes donde gustes y te tomes lo que quieras a la salud de los presentes. Ja,ja.. y lo del viejo... Buff.. ¿Sabes? En el fondo me produjo tristeza, sí, en el fondo me produjo eso.
No me gusta esa actitud en las personas mayores. Si me hubiera mirado y dicho: ¿Le importa que pida un café? Le hubiera dejado encantado. Como debe ser.
Un abrazo, amigo.

Rafael Ayerbe dijo...

Una entrada divertida, Deusvolt. A veces contar estas historias tan cotidianas vienen bien.

Por cierto, estudio Biología, y tu título dice una verdad como un templo. Pero en muchas ciudades los responsables aún no parecen haberse enterado.

Saludos

Sergio G.Ros dijo...

Hola Rafael, me alegro de verte por aquí. ¿Biología? Mi mujer estudió Biología y le costó lo suyo, es una carrera complicada y de mucho estudio, ¡ánimo!
¿Cómo va tu manuscrito?
Poco a poco, ¿eh?
Un abrazo.

Daniel DC dijo...

Cuando el respeto al prójimo pierde vigencia, el individuo se convierte en un ácrata. Lamentablemente la sociedad se acostumbró a vivir de esta forma.

Los que mantenemos las normas y nos regimos por principios y valores, debemos emanarlo a los demás.

Un abrazo,

Daniel DC

Sergio G.Ros dijo...

Totalmente de acuerdo, Daniel.
El respeto es muy importante, y las buenas maneras son una proyección de ese respeto.
Un abrazo amigo, y gracias por pasarte.
Sergio.

Daniel DC dijo...

Hola Sergio,

Me gustaría pedirte un favor que beneficiará a todos los aspirantes a escritores: corre la voz en todos los foros y Blogs que participas y recuérdales que el próximo jueves 1ro de octubre, revelaré el formato que tanto exigen las editoriales y agencias literarias.

Un abrazo,

Daniel DC

Sergio G.Ros dijo...

Ya está lanzado, Daniel. Te adjunto los enlaces por si quieres participar o echarle un ojo a los foros.
http://locusliterario.com/forum/viewtopic.php?f=58&t=1096&p=12052#p12052
http://www.prosofagos.com/viewtopic.php?f=15&t=2150&p=28115
http://portal.bibliotecasvirtuales.com/es/foros/mis-contactos-con-las-agencias?page=35#comment-169344

oriafontan dijo...

Con todos los respetos discrepo con tu moral del siglo XXI.

Por un lado se ataca la "carca" doctrina de la Iglesia católica para anteponerlo a otra "tolerante" pero sin imposiciones.

Si el rito religioso nos parece absurdo ¿por qué no el cívico?

Diréis que nada tiene que ver estos ejemplos (del Burger y tal) con la religión pero os equivocáis.

Os recomiendo las pelícla "Gordos" dónde se analizan estas curiosas contradicciones.

Si atacamos un rito y lo destruimos (religión) le seguirán otros (civico) igual que un virus informático no ataca sólo una unidad.

En cualquier caso que no cunda el pánico siempre habrá sitios más elitistas que el Burger y el mercado pero sorpresa... serán sitios de raigambre conservadora.

¡Cielos!

Maribel Romero dijo...

Hola Deusvolt, eres un genio. Sin entrar demasiado en el fondo del tema (es cierto, somos animales, y a la mínima de cambio nos volvemos selváticos), lo que quiero destacar es la magia de tu literatura. En estas narraciones no sólo cuentas, transmites, y además muy bien. Es un placer leerte.
Un abrazo y feliz fin de semana.

Blanca Miosi dijo...

Sabes, Devoust, mientras leía tus dos experiencias, lo hice como si leyese a Chejov. Te reirás, pero él tenía esa forma de fijarse en los detalles cotidianos y volverlos protagonistas de sus cuentos.
El tema que tocas está generalizado. Las personas pierden humanidad, se robotizan, o quizá tienen mal entendido el término "competitividad". Lo aplican a fondo. No quiero repetirme, pero un ejemplo claro lo tuve con la crítica a mi novela. No sólo se molestaron porque algunos salieron en mi defensa, sino que van a mi blog y me caen encima a decirme que si me atrevo a publicar debo saber soportar las críticas, ¡como si yo hubiese reclamado algo! ¿No te parece poco sensible?
Ante situaciones así uno no puede sino pensar que nos estamos deshumanizando.

Me ha encantado leer tus dos historias, espero no llegar a parecerme a los personajes egoístas de los que hablas, ¿qué fue de aquellos viejos sabios?

Un beso,
Blanca

Sergio G.Ros dijo...

Umm...Oriafontan, lo siento, no he entendido muy bien las relaciones que estables con respecto a mi relato. Por tanto, no voy a replicarte, ah, y por mí, ¡discrepa cuánto quieras! Je,je.. Bueno, lo que sí quiero dejar claro, es que no he pretendido atacar para nada la doctrina católica (yo soy católico), y si lo he hecho, habrá sido de forma subconsciente, aunque lo que quería resaltar con mis experiencias era la pérdida progresiva de "educación" o "de buenas maneras", y que, según mi opinión, está afectando también a la gente mayor, no solo a los jóvenes. ¿Moral? Bueno, los temas morales siempre crean controversia, por eso dudaba de si exponer mis experiencias o no. De cualquier manera, tu lógica Oriafontan y la relación que estableces entre lo que he contado .. no sé, a mí me chirría un poco, puesto que el Burguer y tal... eran circunstanciales, simplemente. Recuerda que solo he puesto dos ejemplos, podría haber hablado de otros distintos en otros lugares.
Por cierto, y cambiando de tercio, he acabado Martín Eden y me ha encantado. ¡Muy buena recomendación, gracias! Próximamente pondré lo que me ha parecido en una entrada.

Sergio G.Ros dijo...

Jolines Maribel, ¡que me sacas los colores!¡Muchas gracias! Pues me han venido muy bien tus ánimos porque ando algo bajo de moral. Ayer registré mi cuarto manuscrito y he tenido sensaciones encontradas: por una lado el subidón que me produce ver mi obra en papel (dirán lo que dirán pero no es lo mismo en Word digital), y el hecho de registralo. Por otro, la mala aceptación que tienen mis padres de ques escriba (no les importa un pimiento).
TE deseo también que pases un feliz fin de semana.
Un abrazo, guapa.

Sergio G.Ros dijo...

¿Sabes una cosa Blanca? Aunque me de vergüenza admitirlo no he leído a Chejov. ¡TEngo tanto que aprender! Cuando veo a otros escritores o a gente hablar de libros me siento pequeñito. Alguien incluso se preguntaría como puedo pretender escribir si tengo tantas lagunas literarias, y en cierto modo, es verdad. Pero lo único que puedo decir al respecto es que lo hago con la mayor honestidad posible, dentro de mis limitaciones, humildemente, y que intento mejorar cada día. Pero necesito escribir, "me lo pide el cuerpo". Tomo nota de tu apunte, y te agradezco de corazón tus palabras.
REspecto a lo de las críticas es un tema espinoso.
TE pongo aquí un enlace que encontré el otro día por casualidad respecto a ciertas pautas de los blogueros:
http://www.expansion.com/2008/03/28/entorno/1105602.html
Es interesante porque, en uno de los últimos párrafos habla de que tarde o temprano aparecerán trolls que irán a tu blog a incordiar y a criticar por criticar. Leélo es interesante.
Ya lo he dicho otras veces: bastantes cosas malas hay en el mundo como para encima echarnos más sobre nosotros. Si entras en casa ajena compórtate "con buenas maneras", por lo menos, y ten deferencia con el dueño de la casa, al fin y al cabo estás en su hogar, ¿no?
Ánimo guapa que te veo también un poco chof. Tú vales mucho, campeona.
Ah, y jamás te vería como una harpía, ja,ja... Además, ¿tú no tenías 28 añitos? Je,je.. Estás estupenda.
Besos.

Daniel DC dijo...

Gracias Sergio. Estaré pendiente de visitar los enlaces.

Un abrazo,

Daniel DC

Sergio G.Ros dijo...

No, gracias a tí, Daniel, por los consejos tan útiles que nos brindas desinteresadamente.
Un abrazo.
Sergio

Sergio Becerril dijo...

¡Que prosa Deusvolt!

Enhorabuena, tienes habilidad para narrar.

Un saludo.

Sesio

Sergio G.Ros dijo...

Gracias tocayo por tus palabras, y por pasarte por el blog.
Encantado de saludarte.
Sergio.

Sergio G.Ros dijo...

Gracias tocayo por tus palabras, y por pasarte por el blog.
Encantado de saludarte.
Sergio.

Zanbar dijo...

Te voy a canear, chaval, mira que ir al 'mandonal'... (te lo dice un asiduo al KFC y al Burger King, joder, si es que no predico con el ejemplo, ejem), pero me estoy dejando la Coca-Cola, que conste, y al paso que voy, vegetariano.

Tu relato es muy bueno, sobre todo porque como me conozco Cartagena la veo muy bien retratada.

Sí, las cartillas de racionamiento... Ese tipo de cosas sacarán lo mejor y lo peor de nosotros. Estad atentos.

Sergio G.Ros dijo...

Gracias Zanbar, vi tu email sobre lo de la vacuna y estoy digiriéndolo: tiene una información muy extensa. Gracias.
Me alegra de que te guste el relato, por cierto: ¿hacerte vegetariano? Oh, no.. ¿también la Coca-cola? pero, ¿qué te pasa?
Un abrazo amigo y gracias por pasarte.

Anónimo dijo...

Excelente análisis Deusvolt. La narración de lo cotidiano esconde preguntas tan fundamentales como el mismo cuestionamiento de todo lo cotidiano que parece tornarse normal y no lo es, sino desaprensivo y deshumanizado. Por eso el final? Donde quedó el árbol? Dónde quedó todo aquello? Aquello existió y debe existir al menos en la medida que sigamos existiendo quienes lo cuestionan y lo buscan.
Un abrazo grande.
Felicitaciones
Barbara