sábado, 26 de noviembre de 2011

Ventas humildes y un fragmento de Transmutación

De momento mis ventas en Amazon están siendo muy humildes, no se pueden comparar, por ejemplo, con las de los amigos Blanca Miosi, Armando Rodera... o Fernando Trujillo. Todos ellos se lo merecen y me alegro de corazón y si me lo permitís, sobre todo por Armando que, en una situación parecida a la mía, se ha puesto el mundo por montera y está despuntado a nivel digital de una forma bárbara con El color de la maldad y ahora con El enigma de los vencidos.


Por otro lado Blanca Miosi es ya un referente para muchos de nosotros, la verdad, amiga, no sé cómo lo haces pero vaya donde vaya en el ciberespacio te encuentro, ¿de dónde sacas el tiempo? Me alegro muchísimo por ese bestseller que es ya El manuscrito, un libro que recomiendo a todo el mundo pues desde que empiezas a leerlo no puedes parar.

Y a Fernando Trujillo: tío eres un crack, además de una persona generosa a la que debo, entre otras cosas, el ánimo para publicar en Amazon.

Y dicho todo esto, sólo deciros que no cejo en mi empeño por escribir y mejorar. Contra viento y marea, ;)

Ahora mismo ando metido en la corrección de mi primera novela, El escritor de Kung fu, que ha sufrido una importante restructuración. La he dividido en dos novelas (pues es una trilogía). Estoy con la primera parte (Mâ) y tardo como tres o cuatro horas en corregir una sóla página.

Y para acabar: perdonadme si he sido y soy un poco pesado con esto de promocionar mis novelas pero, ¿qué otra cosa puedo hacer?, ¿acaso un libro no es, para un escritor, como un hijito pequeño por el que ha de luchar?

Eso sí, aunque seáis muy poquitos los que me hayáis comprado daros las gracias, de verdad, es una ilusión enorme que te lean. Y a todos, todos, agradeceros también a que me ayudéis a promocionar mis novelas.

Un abrazo,

Sergio.



Os dejo con un fragmento de Transmutación, mi última y más inquietante novela.


http://www.amazon.com/Transmutación-Spanish-Edition-ebook/dp/B0063WJOZ6/ref=pd_sim_sbs_kinc_3?ie=UTF8&m=A317O7WZ1CN6AQ



Costa Occidental de la República Democrática del Congo, dos semanas antes de Navidad.
El esquife abandonó la bahía dejando tras de sí el zumbido de su potente motor fueraborda. A un par de millas uno de los tres hombres se irguió y enfocó con unos prismáticos. Por entre la bruma empezaba a materializarse la silueta de un buque, los hombres cogieron sus armas y las amartillaron. Poco a poco la bruma se fue retirando mar adentro como si el mismo Dios la aspirara y la guardara para la noche.
―¿Son ellos?
El hombre de los prismáticos no contestó inmediatamente.
―Sí, han hecho la señal.
El que había preguntado, el más mayor del grupo, asintió y miró al otro tripulante, apenas un chiquillo, que contestó agitando una banderola. Todos sintieron las gargantas un poco secas y quizá por eso bebieron uno a uno del pellejo donde guardaban whisky. Habían esperado encontrar un viejo carguero coreano, como otras veces, pero tenían ante sí una fragata de guerra holandesa, vendida años atrás al sector civil. Los nuevos dueños la habían equipado con ametralladoras de calibre pesado, y en la popa, resplandecía un pequeño helicóptero.
El hombre que manejaba el timón, el jefe del grupo, dirigió el esquife hacia el costado del buque, maniobrando con habilidad. Les lanzaron un cabo y se arrimaron lo suficiente para poder subir por una escala.
En la cubierta, encontraron una mujer de pelo blanco con una cicatriz en el rostro y un marinero corpulento que era el que les había tirado el cabo.
―Este no es el barco que nos dijeron―la espetó el jefe acomodándose la boina militar.
―Lo sé, pero el So-Sang tuvo problemas cuando cruzaba el Estrecho.
―No te había visto antes, mujer―dijo el jefe con desconfianza.
―Yo a ti tampoco, pero eso no importa, importa que traigas con qué pagar lo que voy a venderte.
El jefe asintió, mirando de soslayo a su acompañante. Ambos empuñaban ametralladoras ligeras pero eso no pareció molestar a la mujer.
―¿Tu otro amigo no sube? ―preguntó el marinero.
―No, se quedará en el bote esperando que le arriéis la mercancía.
La mujer se dio la vuelta y avanzó hasta una gran caja de madera sin tapa, rodeada por otras muchas. Todos se acercaron y ojearon el interior.
―Pedimos un centenar de minas antipersonales.
Ella asintió.
―¿Y los Stinger?
―Hay una docena.
―Pedimos veinte.
―Trajimos también quince RPG´s.
―¿Imitaciones?
―No, son rusos.
El acompañante gruñó y dejó la ametralladora colgando de su hombro. Luego, fue desenvolviendo paquetes y despejando la viruta que protegía los fusiles, y las pistolas.
―¿Y las carabinas norteamericanas?
―En esa caja de ahí―contestó la mujer con frialdad―. ¿Traéis nuestra parte?
El jefe asintió de mala gana dejando una pesada bolsa de deporte sobre la cubierta. El marinero musculoso inspeccionó el interior.
―¿Todo en orden? ―dijo la mujer.
―Sí.
―Bien. Izaremos las cajas con la grúa y las pasaremos a vuestro bote. Espero que no se hunda.
―No se hundirá, hemos hecho esto muchas veces.
El marinero silbó y otros dos hombres aparecieron por una compuerta de la superestructura. Mientras uno de ellos clavaba las tapas de las cajas, los otros colocaban las eslingas y los grilletes para el izado.
El jefe descubrió entonces una figura femenina en la puerta, la observó fugazmente y se alejó hacia la borda para dar instrucciones al chico que debía recibir las cajas.
―Tú, ayúdale.
El acompañante, cuya piel negra relucía por el sudor, obedeció sin rechistar bajando por la escala. La mujer de la puerta caminó hacia allí, cojeando un poco, tenía un largo pelo azabache y vestía unos pantalones cortos por los que asomaba una prótesis.
―¿Es él? ―le preguntó la mujer de la cicatriz cuando estuvo a su altura.
―Sí.
La mujer de la cicatriz la miró con curiosidad.
―Su amiga ha gastado mucho dinero para encontrar a este viejo cerdo.
―El dinero es mío, y no me importa, ella lo necesita, ¿habrá algún problema con lo que le hemos pedido?
―En mi empresa, señorita Ford, sólo existe el valor económico. Y, si hay dinero, no existen los problemas.
Dicho esto, la mujer de la cicatriz dio algunos pasos, acercándose al jefe del grupo que vociferaba a sus dos compañeros desde la borda.
―Antes de que se vaya, tenemos algo más que ofrecerle, estoy segura de que le interesará―le dijo.
―¿Qué cosa? ―respondió el jefe girándose hacia ella, con la ametralladora cruzada en la espalda.
―Venga, se lo mostraré. Está en ese cajón que ha quedado ahí.
El jefe la miró dubitativo, echó un último vistazo a la maniobra de carga en el esquife, y fue tras ella. La mujer llevaba unos pantalones tácticos y una camiseta de tirantes, tenía una figura bastante apetecible. El cajón era más pequeño que los otros, y estaba abierto y relleno con viruta, en medio de ella había una cajita de nácar. El veterano guerrillero enarcó una ceja, y tomó la caja, abriéndola.
Frunció el ceño escrutando la antigua fotografía de bordes amarillentos, sin comprender.
―¿Los conoce?
No tuvo tiempo de contestar: la compuerta de la bodega se abrió bajo sus pies, engulléndolo en las entrañas del barco. La fotografía flotó en el pesado aire de África y se posó sobre el suelo de la cubierta. En ella se veía un atardecer, y dos figuras, la de un hombre descomunal y musculoso, y una chiquilla de piel extraña con ojos hipnóticos.

Cuando despertó se encontraba con los brazos en cruz, atados a una viga de hierro que pendía de unas cadenas. Estaba completamente desnudo y le dolían los hombros y el cuello, y le costaba respirar.
Ella se acercó hacia él y bajo una solitaria bombilla pudo vislumbrar sus rasgos exóticos y esa piel de color indefinido.
―¡Suéltame, perra!
Asima sacudió levemente el rostro.
―Hace años, siendo yo una niña, te saciaste conmigo y cambiaste mi vida. Ahora, es mi turno de recuperar lo que me quitaste.
El hombre se revolvió haciendo acopio de todas sus fuerzas irguiéndose sobre las puntas de los pies, pero todo quedó en un penduleo de la viga que lo dejó sin respiración. Asima entró en el círculo de luz, y con un gesto fugaz desabrochó su vestido y éste cayó en el suelo metálico.
―¿Qué haces, quieres que te folle otra vez?
Ella sonrió con una expresión indescifrable, extendió el brazo libre y aferró el miembro y los testículos, tirando de ellos con suavidad, separándolos de las caderas.
―¿Te gustan, verdad? ―La escupió―. ¡Pues, jódete maldita zorra!
La luz brilló entonces en la hoja del machete, y se hundió en la carne. Los gritos del hombre quedaron ahogados dentro de aquella bodega.

La mujer de la cicatriz la esperaba en cubierta, donde la grúa izaba la última caja de regreso al buque. Ahora había como una docena de hombres moviéndose de un lado para otro, uno de esos hombres cortó el cabo, y el esquife, con la madera astillada y los cuerpos de los guerrilleros inertes y retorcidos, se alejó al capricho de la marea.
Asima pasó junto a la mujer sin articular palabra y se acercó a la borda, estaba untada de sangre espesa hasta los codos pero mantenía el vestido sorprendentemente impoluto. Dejó caer el machete al océano y se quedó un rato allí, abstraída y murmurando. La mujer de la cicatriz miró a Helen Ford, que se encontraba en el puente, muchos metros por encima de sus cabezas. Helen asintió y la mujer dio una orden.
Las puertas de la bodega se abrieron y la grúa tiró de las cadenas. El hombre negro fue izado con los brazos en cruz, chorreando sangre por la herida y gritando con los ojos fuera de las órbitas. Todos siguieron el recorrido que hizo cuando la grúa rotó, dejando un reguero de sangre sobre la cubierta, y lo vieron bajar hacia las olas, hundiéndose en ellas hasta el pecho. La mujer hizo una señal, y el gruista detuvo el cable, de modo que se quedó allí, gritando en un costado del barco a la merced del oleaje.
La aleta del tiburón apareció más tarde, una estela gris en medio del mar agreste. Los gritos del jefe tardaron todavía un poco en extinguirse. Después, la grúa izó las cadenas, y con ellas una solitaria viga herrumbrosa.
Los hombres volvieron a sus puestos y el buque empezó a virar. Helen Ford bajó del puente, con un bote de cristal entre las manos.
―Tenemos un último favor que pedirle―le dijo a la mujer de la cicatriz.
―¿Qué favor?
―Necesitamos que le haga llegar esto al señor JJ, creo que nosotras tendríamos problemas para hacerlo.
La mujer observó el frasco y lo que en él flotaba con un brillo en los ojos.
―De acuerdo, se lo haré llegar. ¿Qué nombre quiera que ponga en el remite, si quiere que ponga alguno?
Helen dudó un instante.
―Simplemente ponga “E”.
―Bien.
―Y… por último, Asima le estaría muy agradecida si pudiera proporcionarle la dirección actual del señor JJ.
Ella frunció el ceño.
―Eso no entraba en el trato, el señor JJ pertenece a nuestra organización y no estoy autorizada a decírselo, y, además, ¿por qué razón iba a hacerlo?
Helen Ford suspiró.
―Porque ellos se aman.

18 comentarios:

Blanca Miosi dijo...

Sergio, no debes desanimarte por las pocas ventas, al principio también fue así para mí, me alegraba saber que me habían comprado dos o tres novelas, con decirte que en julio que fue cuando publiqué El legado, La búsqueda y Dimitri Galunov, solo vendí 10. Y los que compraron fueron personas muy cercanas a mí, creo que para darme ánimo.

Es muy pronto aún, a medida que pasen los días verás que empiezas a cobrar fuerza. Al menos tus novelas las he visto en Novedades de Novelas en Español, es la primera página que la gente que desea comprar en Amazon mira, y eso es bueno para ti. Haces bien en colocar varias novelas al mismo tiempo, creo que fue lo que influyó para que yo empezara a vender más.

Lo más importante: tienes la seguridad de que tus novelas son buenas, me consta. Transmutación es excelente. También El valle del demonio, ¡y creo que El ladrón de compresas ya solo por el título venderá mucho!

Besos,
Blanca

Sergio G.Ros dijo...

Ah, Ok, gracias Blanca por compartir tu experiencia, es de gran ayuda! ;)
Sí, amiga, estoy orgulloso de mis novelas, y también de haberme animado a corregirlas como se debían (especialmente El valle del demonio). Así que seguiré con MÂ ahora que estoy concentrado y ya veremos lo que depara el futuro!
Un beso muy fuerte y muchas gracias por tu generosidad y consejos!!

Maribel Romero dijo...

Paciencia, Sergio. Cuando conseguimos publicar es cuando nos damos cuenta de que el problema comienza ahora y no antes, porque deseamos que nuestro trabajo llegue a mucha gente, y posiblemente se consiga, pero atravesando un camino lento. Cada uno compra según le viene bien, tiene tiempo, dinero o necesidad de leer, y eso no está en nuestra mano, en nuestra mano está ofrecer la mejor literatura que podamos.
Te aseguro que yo no me aclaro para hacer una compra en amazon, debo ser muy torpe. Espero que mi hermano me eche una mano para hacerme con vuestros libros.
Lo importante es que estés satisfecho de lo que vas consiguiendo y que sigas con ganas y optimismo. Lo demás vendrá solo.

Un abrazo.

Armando Rodera dijo...

Lo primero de todo es agradecerte la mención en tu entrada, Sergio, aunque no la creo merecida. Que más quisiera yo que estar a la altura de Fernando, con un montón de libros en los primeros puestos de varias categorías, o de nuestra querida Blanca, con su novela "El manuscrito" de número 1 global de libros en español y con un ranking general fabuloso.

Yo tambi én he ido poco a poco, como comenta Blanca. En julio y agosto vendí poco en Amazon pero mucho más en la web. Ahora se han invertido las tornas y las ventas en Amazon han subido bastante, pero esto es un trabajo de hormiguita. Como te comenté hay que ir paso a paso, lento pero seguro, ya verás como al final obtienes resultados.

En cuanto a ti, Maribel, ya verás que no es tan difícil lo de amazon, je, je.

Tengo un amigo que le acaban de regalar también un Ipad y tampoco se aclaraba. Se bajó las aplicaciones gratuitas del Kindle para PC y Ipad (creo que Sergio puso el enlace, y si no lo tienes aquí:
http://www.amazon.com/gp/feature.html/ref=dig_arl_box?ie=UTF8&docId=1000493771).

Después se dió de alta en Amazon, eligió los libros que quería y en el lateral escoges que Amazon te envíe esos archivos a tu PC, ya que no tienes Kindle. Luego te tocará pasarlo al Ipad por USB, pero tampoco es demasiado difícil.

Gracias de nuevo y fuerte abrazo para todos. Feliz semana.

Blas Malo Poyatos dijo...

Paciencia. "Para andar miles leguas sólo tienes que hacer una cosa, andar paso a paso" (Miyamoto Mushashi)

Un abrazo

oriafontan dijo...

Yo no he comprado ninguna de tus novelas aunque acabaré haciendolo. Pero estoy en una época de pesismismo respecto a los escritores modernos que consiguen publicar.

"La chica mecánica" y "una ciudad sin estrellas" (a la autora de esta última seguro que alguno de vosotros la conoce) me han parecido mediocridades de tal calibre que pienso "joder, muchas ganas se debe tener para abandonar los siempre seguros clásicos" NO puedo evitarlo quiza sea prejuicios pero me parecen horrosas la gran mayoría de las novelas que se publican hoy.

Luego me leo a Guy de Maupassant y claro digo, sí esto sí esto sí... no la mediocridad de la chica mecánica.

Ya se me pasará este descontento con los autores de hoy.

Nando dijo...

Hola, Sergio.

Gracias por la mención, pero no soy un crak, te lo aseguro. Solo llevo más tiempo que la mayoría en Amazon, casi un año y medio, y se nota. Las ventas digitales funcionan al revés que las del formato impreso, no se vende durante los primeros meses, se vende después (mira a Blanca) y eso es bueno, porque pueden durar mucho tiempo, ya lo verás.

Dentro de un año o dos, verás a otros escritores sufriendo para vender y les dirás lo mismo. Te sentirás afortunado de haber empezado ahora, cuando hay unos 18.000 libros, sin apenas presencia de escritores consagrados (vamos la situación que cualquier escritor desearía: muchos clientes de todo el mundo y sin apenas competencia), y no dentro de unos años, que habrá cientos de miles. Algo que lamentará mucha gente. A mí ya me han comentado algunos que ojalá hubieran empezado antes en Amazon. Y sé que ese comentario lo voy a escuchar muchas más veces.

Y el ánimo que "te di" no es real. Te digo lo mismo que a Blanca. Si tú no quisieras publicar en digital por cualquier razón, como los que odian ese formato, por ejemplo, nada que yo hubiera dicho te habría hecho dar ese paso. Si lo has dado, es cosa tuya. Si no me hubieras oído a mí, habrías oído lo mismo de cualquier otro, y hubieras acabado igual. Era solo cuestión de tiempo. Mi "aportación" es circunstancial en tu decisión.

Una aclaración al comentario de Armando. Según tengo entendido, no hace falta pasar los ebooks al ipad por usb. Hay una aplicación "Kindle for ipad" o algo así, que te permite comprar en Amazon y descargarlos directamente, igual que si tuvieras un Kindle.

Las ventas subirán, Sergio, ya lo verás. Sigue escribiendo y sacando libros, cuantos más mejor. Solo necesitas que uno tenga suerte y empujará a los demás.

Un saludo.

Tessa dijo...

Hola Sergio:
Con tu permiso he compartido tu entrada en mi blog y facebook.
Creo que es pronto para que te desanimes al comprobar las ventas, tus libros son muy interesantes con titulos muy sugestivos que seguro se abrira con paso firme camino entre el mercado del libro.

Besitos de caramelo
Tessa

Sergio G.Ros dijo...

No sólo te pasa a ti, Maribel. Sé por gente cercana que no es tan fácil bajarse cosas de Aamzon cuando no se maneja el kindle, pero coo todo lleva su tiempo y al final se consigue, estoy seguro de que tu hermano le sacará punta. En cualquier caso, +gracias por intentarlo!!! Un beso

Sergio G.Ros dijo...

Muchas gracias a ti, Armando por el comentario, me alegro un huevo de que te vaya tan bien en Amazon, ¡te lo mereces!

Sergio G.Ros dijo...

Gracias, Blas!!! tomo el consejo!

Sergio G.Ros dijo...

Pues no sé que decirte, Oriafontan. A mí la chica mecánica sí que me gustó, pero lo bueno de este mundo es que cada uno tiene sus gustos por encima de criterios objetivos (o subjetivos, según se mire). No seré yo quien me compare con nadie, ni tampoco quien te asegure de que lo que leas mío, si lo lees alguna vez, te guste. De todas formas, algo bueno, muy bueno que tiene Amazon es que puedes leer bastantes páginas iniciales cuando clickeas sobre un libro. Quizá, leyendo las primeras páginas de mis novelas puedas entrever algo sobre mi estilo, aunque ya te adelanto que una de las razones por las que no suelo gustarles a las agencias ni editoriales es porque mis novelas necesitan “calentar” motores… van in crescendo, y hoy día, eso no se lleva.
Mi preferida: Transmutación, seguida de El valle del demonio.
Sea como fuere, un abrazo.

Sergio G.Ros dijo...

Chapó, Nando, por el comentario. Te agradezco sinceramente tu ayuda y tus consejos, aunque les restes importancia. Sí, he optado por la publicación digital y es cierto que es una decisión mía, pero tú me has ayudado y es justo reconocerlo.
Un abrazo, crack, ;))

Sergio G.Ros dijo...

Mil gracias por los ánimos y por la promoción, TEssa, ¡se agradece de corazón, amiga! Un besote muy grande!!!

Marta Querol dijo...

Creo que te lo comenté en un correo, Sergio. Esto tiene un arrancar lento, pero hay que tener confianza y currárselo como estás, estamos haciendo.
Yo aún no he tengo mi Kindle, y de hecho hoy se ha mosqueado mi santo porque en la tienda Amazon.es no se puede seleccionar el touch, ni con 3g. Sólo el básico y mucho más caro. Ha intentado comprarlo a través de USA y tampoco le deja. Pero al final uno u otro caerá y sabes qué libro me descargaré :-)
No te preocupes, tus libros ya están ahí y se irán abriendo camino.
Un besote, primo.

Maribel Romero dijo...

¡Ya conseguí descargarme Kindle para Ipad! Poco a poco irán cayendo los libros de los amigos.

Un abrazo.

Maribel Romero dijo...

Ya ha caído Transmutación (lo compré anoche, eh, aún no lo he leído).

Buen día.

Maribel

Sergio G.Ros dijo...

Muchas gracias, Maribel, espero que te guste, me hace mucha ilusión que la tengas! Un abrazo,
Sergio.