sábado, 12 de junio de 2010

Las partículas elementales, de Michel Houllebecq.


El pasado jueves por la tarde me encontraba sentado esperando mi turno en la peluquería (sí, sí… hasta los que apenas tenemos pelo vamos a la peluquería). Entre mis manos un libro: Las partículas elementales, de Michel Houllebecq, la novela propuesta para la tertulia que se celebra este sábado; me quedaban unas cincuenta páginas por leer.
Esas páginas me dejaron completamente noqueado. Creo que es lo más bello que he leído en mucho tiempo.
Así que, cuando me llegó el turno, no intercambié ni una palabra con mi peluquero, cosa del todo inusual. Pienso que debió darse cuenta de que algo me pasaba porque tampoco intentó "romper el hielo" y me dejó estar.
Dice el filósofo-escritor Fernando Arrabal que a Houllebecq se le sambenita o se le escupe a la cara. De hecho, Houllebecq, autor francés (que reside en Almería), ha levantado a su alrededor opiniones extremas y encontradas, pero lo cierto es que sus libros no dejan indiferente a nadie porque socavan conciencias.
Las partículas elementales es un aglomerado de filosofía, ciencia y vulgaridad, pero me ha llamado poderosamente la atención que casi nadie, cuando opina sobre la novela, hable sobre la técnica, el estilo y sobre la belleza del mismo.
Argumentalmente, la novela presenta una dicotomía clara, marcada por sus dos personajes centrales: Bruno y Michel, dos hermanastros (misma madre, distintos padres) con estilos de vida totalmente opuestos: Bruno, obsesionado por el sexo y por todo lo carnal en proporción desmedida, Michel, obsesionado por el conocimiento y la ciencia hasta extremos metafísicos. La narración alterna la historia de uno y otro dibujando un fresco sobre la sociedad actual, heredera de la supuesta liberación impulsada por los jóvenes de los sesenta: Mayo del 68, época Hippy… y lo hace con precisión quirúrgica, desmontando una tras otra, todas las angustias que cercan al ser humano de estos días. Las opiniones que se vierten en el libro dan palos a tantos tipos de personas, filosofías, creencias o formas de entender o vivir la vida, que es imposible que alguno de ellos no te afecte, te roce, o te queme.
Por otro lado, muchos de los comentarios negativos que he leído sobre la novela esgrimen la narración pornógrafa de la misma: las descripciones explícitas sobre sexo. No en vano, la palabra “polla” aparece más de una treintena de veces, pero a mi entender, no es el sexo en sí mismo lo que irrita: lo que perturba es el papel del sexo como catalizador de las angustias de la sociedad actual, de las frustaciones que acarrea, de la esclavitud que genera como comunión indisoluble con el cuerpo del ser humano, ese aspecto tan importante e individual que nos pesa como un lastre.

—La mayoría de los hombres prefieren la mamada —continuó—. La penetración les molesta, tienen problemas de erección. Pero cuando los chupas se vuelven como niños pequeños. Tengo la impresión de que el feminismo los ha marcado mucho, más de lo que les gustaría confesar.
—…. Los hombres que envejecen solos son mucho menos dignos de compasión que las mujeres en la misma situación. Ellos beben vino malo, se quedan dormidos, les apesta el aliento; se despiertan y empiezan otra vez; y se mueren bastante deprisa. Las mujeres toman calmantes, hacen yoga, van a ver a un psicólogo; viven muchos años y sufren mucho. Tienen el cuerpo débil y estropeado; lo saben y sufren por ello. Pero siguen adelante, porque no logran renunciar a ser amadas. Son víctimas de esta ilusión hasta el final. A partir de cierta edad, una mujer siempre tiene la posibilidad de frotarse contra una polla; pero ya no tiene la menor posibilidad de ser amada. Los hombres son así, eso es todo.

El cuerpo y el miedo a envejecer, que traiciona a los seres humanos que basaron una vida entera en la importancia de la juventud, de la salud extrema, física y superficial.

No obstante, las mujeres que tenían veinte años en torno a «la época del 68» se encontraron, al llegar a los cuarenta, en una enojosa situación. Por lo general divorciadas, casi nunca podían contar con esa conyugalidad —cálida o miserable— cuya desaparición habían acelerado todo lo posible. Formaban parte de una generación que había proclamado la superioridad de la juventud sobre la edad madura —la primera generación que lo había hecho hasta ese extremo—, y no era de extrañar que la generación que venía detrás las despreciara. El culto al cuerpo que habían contribuido tanto a establecer las llevaba, a medida que se marchitaban, a experimentar una repugnancia cada vez más viva hacia sí mismas; una repugnancia semejante a la que leían en las miradas ajenas.

...Ya me he dado cuenta hace un momento de que mi coño no te atraía mucho; ya es un poco el coño de una vieja. Con la edad, la pérdida de colágeno y la fragmentación de la elastina en la mitosis hacen que los tejidos pierdan de manera progresiva la firmeza y la elasticidad. A los veinte años yo tenía una vulva muy bonita; ahora, me doy perfecta cuenta de que los labios están un poco descolgados.»

Todo ello impulsado por la propia Sociedad donde vivimos, que ha hecho del deseo, un leit motiv que roza lo religioso. Es el deseo, en la actualidad, el motor de la economía (el capitalismo exacerbado), una economía que hay que apuntalar porque se derrumba, y que, peor aún, ha a atrapado en su declive, como los cascotes de un terremoto, a las peronas y sus esperanzas.

…la mutación metafísica operada por la ciencia moderna conlleva la individuación, la vanidad, el odio y el deseo. En sí, el deseo, al contrario que el placer, es fuente de sufrimiento, odio e infelicidad. Esto lo sabían y enseñaban todos los filósofos: no sólo los budistas o los cristianos, sino todos los filósofos dignos de tal nombre.

Y en ese desfile de opiniones punzantes, encontramos radiografías viscerales sobre hombres y mujeres, crueles y filosóficas, que cercenan espíritus y tendencias.

—Nunca he entendido a las feministas... —dijo Christiane a media cuesta—. Se pasaban la vida hablando de fregar los platos y compartir las tareas; lo de fregar los platos las obsesionaba literalmente. A veces decían un par de frases sobre cocinar o pasar el aspirador; pero su gran tema de conversación eran los platos por fregar. En pocos años conseguían transformar a los tíos que tenían al lado en neuróticos impotentes y gruñones. Y en ese momento, era matemático, empezaban a tener nostalgia de la virilidad. Al final plantaban a sus hombres para que las follara un macho latino de lo más ridículo. Siempre me ha asombrado la atracción de las intelectuales por los hijos de puta, los brutos y los cabrones. Así que se tiraban dos o tres, a veces más si la tía era muy follable, luego se quedaban preñadas y les daba por la repostería casera con las fichas de cocina de Marie-Claire. He visto el mismo guión repetirse docenas de veces.

Pero es indiscutible que muchas de esas opiniones que salen de las bocas de los personajes, o del propio narrador onmisciente, son reflejo de la realidad que nos rodea:

La fama cultural sólo era un mediocre sucedáneo de la verdadera gloria, la gloria en los medios de comunicación; y ésta, vinculada a la industria del entretenimiento, acumulaba más dinero que cualquier otra actividad humana. ¿Qué eran un banquero, un ministro o un empresario frente a un actor de cine o una rock star? Financiera y sexualmente, y desde todos los puntos de vista, cero. Las estrategias de distinción que Proust había descrito con tanta sutileza no tenían ningún sentido en la actualidad.

Lo cierto es que Houllebecq va desmenuzando al ser humano que somos, que fuimos, de una manera muy peculiar: ahí es donde entra su estilo. La voz narrativa alterna una gran variedad de registros que tienen su propio tempo, registros que van desde la vulgaridad más exacerbada y molesta, hasta tesis científicas de lo más incomprensibles para los neófitos. Lo curioso de ese estilo es que no hay una división clara en el texto cuando se produce el relevo entre uno y otro lenguaje, las aseveraciones científicas aparecen de pronto, en un punto y seguido, lo que dota a los párrafos de una objetividad racional de tal calibre que embriagan todo el texto, de modo, que, queramos o no, lo hacen compacto y terriblemente realista:

En el silencio que siguió a esta demostración vocal, se oyó claramente una mosca que cruzó la habitación antes de posarse en la cara de Jane. Los dípteros se caracterizan por la presencia de un solo par de alas membranosas implantadas sobre el segundo anillo del tórax, de un par de balancines (que sirven para mantener el equilibrio en vuelo) implantados sobre el tercer anillo del tórax, y piezas bucales chupadoras. Cuando la mosca se aventuró sobre la superficie del ojo, Michel sospechó algo.

—Tienes recuerdos de distintos momentos de tu vida —resumió Michel—, y estos recuerdos se presentan bajo diversos aspectos; vuelves a ver ideas, motivos o caras. A veces te acuerdas sencillamente de un nombre, como el de esa Patricia Hohweiller de la que me acabas de hablar y a la que ahora no serías capaz de reconocer. A veces te acuerdas de una cara sin poder asociarle ni siquiera un recuerdo. En el caso de Caroline Yessayan, todo lo que sabes de ella se concentra en esos pocos segundos de precisión total en los que tenías la mano en su muslo. Las historias coherentes de Griffiths se introdujeron en 1984 para reunir las medidas cuánticas en narraciones verosímiles. Una historia de Griffiths se construye a partir de una serie de medidas tomadas más o menos al azar en momentos diferentes. Cada medida expresa que una determinada cantidad física, diferente de una medida a otra, se encuentra comprendida, en un momento dado, dentro de una determinada escala de valores. Por ejemplo, en el momento t1, un electrón tiene cierta velocidad, determinada con una aproximación que depende del modo de medida; en el momento t2, el electrón está situado en cierto sector del espacio; en el momento t3, tiene cierto valor de espín. A partir de un subconjunto de medidas se puede definir una historia, lógicamente coherente, de la que en cambio no puede afirmarse que sea verdadera.; simplemente, puede sostenerse sin contradicción. Entre las historias del mundo que son posibles en un marco experimental determinado, algunas pueden reescribirse en la forma normalizada de Griffiths; se llaman, entonces, historias coherentes de Griffiths, y en ellas es como si el mundo se compusiera de objetos aislados, dotados de propiedades intrínsecas y estables. No obstante, el número de historias coherentes de Griffiths que pueden reescribirse a partir de una serie de medidas es, por lo general, bastante superior a 1. Tú tienes conciencia de tu yo; esta conciencia te permite emitir una hipótesis: la historia que eres capaz de reconstruir a partir de tus propios recuerdos es una historia coherente, que justifica el principio de narración unívoca. Como individuo aislado, empeñado en existir durante cierto lapso de tiempo, sometido a una ontología de objetos y propiedades, no te cabe la menor duda sobre este punto: se te puede asociar, necesariamente, una historia coherente de Griffiths. Esta hipótesis a priori te sirve para la vida real, pero no para el mundo de los sueños.

Ahora bien, el libro sorprende por dos cosas: primero, porque en último término se comporta estrictamente como una novela de ciencia ficción, con un final aplastante comparable quizás al de Soy Leyenda, de Matheson. La segunda, se debe a esas últimas páginas con las que iniciaba esta entrada (las previas a la tercera parte), despojadas tanto de vulgaridad como de ciencia, donde hay un narrador puro, sin artificios, de una sutileza conmovedora que te rompe el corazón. Unas páginas que valen una novela entera.
Así que digan lo que digan, yo me quedo con la historia de Bruno y Michel, y las mujeres que los acompañan, Christiane y Annabelle, cuatro seres que viven en dimensiones distintas, que viven intensamente sus pasiones, pero que durante años no llegar a rozarse. Causas y efectos existenciales, donde la traición y la fidelidad cobran tintes dramáticos y conmovedores.
Retazos de seres humanos sumidos en la tristeza de la vida y de la muerte que apuntan directamente a la eternidad.

Sergio G.Ros.
...Sobre Michel Houllebecq (extraído de la Wikipedia):

Michel HouellebecqMichel Thomas (Saint Pierre, Isla de Reunión, 26 de febrero de 1958 –certificado de nacimiento– o 1956), conocido como Michel Houellebecq, es un poeta, novelista y ensayista francés. Sus novelas Las partículas elementales y Plataforma se convirtieron en hitos de la nueva narrativa francesa de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Ambas le otorgaron cierta consideración literaria pero también dieron lugar al llamado «fenómeno Houellebecq», que provocó numerosos y apasionados debates en la prensa internacional. Reside desde hace algún tiempo en el Cabo de Gata (Almería, España).

Hijo de padres atípicos que, al parecer, se desentendieron de él desde muy pequeño, pasó su infancia y adolescencia con su abuela paterna, de la cual adoptó su apellido como pseudónimo. De este hecho biográfico nacen algunos de sus temas recurrentes en su obra, como su fijación en las miserias afectivas del hombre contemporáneo. En 1980 se licenció como ingeniero agrónomo. Trabajó un tiempo como informático, experiencia que quedará reflejada en su primera novela.

Con la publicación en 1994 de Extension du domaine de la lutte, que se llegó a comparar con El extranjero de Camus, pasó del anonimato total a convertirse, gracias exclusivamente al boca a boca, en autor de uno de los libros más vendidos del año. La obra fue traducida a numerosas lenguas (entre ellas el español, con el título Ampliación del campo de batalla) y le dio a conocer al gran público. Algunos críticos, cogidos a contrapié, creyeron que su éxito sería flor de un día, pero ese vaticinio se disipó de golpe con la publicación de su segunda novela, Les Particules élémentaires, considerado el mejor libro francés de 1998 por la revista Lire y galardonada con el Prix Novembre. Ese mismo año obtuvo además el Premio Nacional de las Letras para jóvenes talentos. Su tercera novela, Plateforme, le convirtió definitivamente en estrella mediática, no sólo por traducirse a más de 25 lenguas sino por ser objeto de una agria polémica en torno a su supuesta islamofobia y por su visión amoral de la explotación sexual del Tercer Mundo.

A causa de la presión mediática, dejó Francia y vivió en Irlanda durante algunos años. Después se instaló en el sur de España, donde reside actualmente. En su obra se aprecia la influencia de autores tales como el Marqués de Sade, Howard-Phillips Lovecraft y Louis-Ferdinand Céline.

19 comentarios:

Montse. dijo...

Me parece interesante y lo leere, no conica a este autor.GRACIAS POR DARLO A CONOCER.

Sergio G.Ros dijo...

Gracias a ti, Montse. Es un autor que no deja indiferente a nadie.
Besos!

Blas Malo Poyatos dijo...

Contra, menuda pluma afilada y viperina este Michel. Lo pongo en lo alto de "pendientes - preferentes". Gracias por anotarlo. ¿Cómo va esa corrección, ya sabes?

Espero que esas nuevas obligaciones profesionales no sean demasiado a peor.

Un abrazo, amigo

Mián Ros dijo...

Desde luego, es bastante atrevido este Michel en sus narraciones, o quizá hubiera que decir realista, destapado de los bajos suburbios de la educación. Vamos, sin pelos en la lengua.
Un estupenda entrada, Sergio.

Un abrazo, amigo.
Mián Ros

oriafontan dijo...

una novela que use mucho la palabra "polla" tiene muchos boletos de no interesarme nada y quiero pensar que no es porque sea un victoriano del siglo XXI; quiero pensar que es porque me alerta de un recurso fácil.

La misma prevención que puede darme unos Versos Satánicos aclamados por la polémica con los islamistas.

Si el autor detalla lo de la bulba vaginal, la polla y demás debe hacer lo mismo con todo lo que hacemos en un baño por decir pero ¡oh sorpresa! ahí no llega.

NO, lo siento un "huevo" pero dudo que lea este autor y es que los prejuicios son los prejuicios.

Muy buena reseña.

Sergio G.Ros dijo...

Hola, Blas... Estoy trabajando todavía en la sinopsis desarollada, es que mi manuscrito tiene 457 páginas A4, y ahora mismo estoy a un 70%. La verdad, me está costando bastante... pero mientras hago esta sinopsis vislumbro qué es lo que puedo retocar... creo que debo pensar bien antes de cortar.. pues como dicen en el trabajo: ¡medir mil veces, cortar, una!
En fin, lo intentaremos.
Respecto a lo del trabajo, para septiembre-octubre se espera una carga importante, con jornadas maratonianas y por eso no puedo hacerme cargo de la tertulia. PEro, en los tiempos que corren, tener trabajo, y mucho, es una bendición.
Un abrazo y gracias por el interés.

Sergio G.Ros dijo...

Je,je... MiánRos, pelos en la lengua no tiene el tío, desde luego, pero va mucho más allá... alterna la vulgaridad con la seriedad, el racionalismo y la ciencia... es bastante controvertido... pero merece la pena.
Un abrazo, amigo.
SErgio.

Sergio G.Ros dijo...

Ja,ja... Oriafontan... bueno, poco puedo decir yo respecto a eso que comentas... No me gusta dar consejos, pero no creo que los prejuicios sean buenos en literatura, porque no dejan vislumbrar cosas que pueden sorprendernos. Ahora bien, sobre gustos no hay nada escrito. Como le comenté a MiánRos, Houllebecq alterna la vulgaridad con el racionalismo. Eso sí, tiene palos para todas la filosofías, religiones, etnias... en fin, que es controvertido y el futuro de ficción que propone es... pues eso, controvertido ;).
Gracias por tus ánimos, Oriafontan.
Un abrazo.

Armando Rodera dijo...

Como bien dices, Sergio, un autor controvertido. Hace tiempo me regalaron su libro "Plataforma" y tampoco conocía mucho del escritor. Y la verdad es que me sorprendió la obra.

En dihca novela también alternaba la crítica y las reflexiones filosóficas con el sexo puro y duro, con escenas bastante fuertes. Imaginé que la controversia tuvo que ser bastante fuerte, ay que hablaba de montar una supuesta agencia de viajes para viajes sexuales. Hasta que el invento se salió de madre.

Desde luego no deja indiferente a nadie y creo que si debe ser leído. Por otra parte, Sergio, me alegra saber que avanzas con tus historias. Y si debes abandonar las tertulias por la carga de trabajo habrá que apechugar, que en estos tiempos que corren ya sabes que no podemos quejarnos demasiado.

A seguir currando, ya sabes, no nos queda otra. Mucho ánimo!!

Un abrazo.

Sergio G.Ros dijo...

Sí, Armando, había escuchado hablar de Plataforma... al parecer el señor Houllebecq va dejando un reguero de discordia por donde pasa, je,je...
Respecto a dejar la tertulia por motivos profesionales, como bien dices, no puedo quejarme por tener trabajo en los tiempos que corren. Lo de mis obras... bueno, ahí es donde andamos algo desanimados, pero seguiremos, no podemos rendirnos, espero que tú tampoco.

Un abrazo.

d. osorio dijo...

Excelente reseña, Sergio. No me escandaliza para nada, las palabras son solo eso, palabras; es más, me encantaría leer eso libro, echarle un vistazo a esa perspectiva. A mis veinticinco años, me da mucha curiosidad conocer la opinión que se forma una de sí misma cuando los años han pasado y lo que ves, tal vez, ya no te gusta.

Si algún día me encuentro con algún libro de Michel Houllebecq, sin duda, estaré más que contenta de leerlo.

Saludos :)

Alejandro Laurenza dijo...

Sergio,

Parece muy interesante el libro. Lo tendré en cuenta!

Saludos,
Alejandro.

Sergio G.Ros dijo...

Hola, Danny, pues creo que tu actitud de "mente abierta" puede serte muy provechosa y positiva ;).
Houllebecq te merecerá la pena, te hará pensar... otra cosa es que le hagas o no caso, pero siempre es bueno pararse un momento y reflexionar sobre lo que te rodea.
Un beso y gracias por comentar.

Sergio G.Ros dijo...

Gracias, Alejandro, apúntatelo, je,je... un abrazo.

María dijo...

Hola Sergio.

Como siempre no has podido describir mejor el libro. Y mira que es rarito, pero bueno. Yo lo he regalado a mi mejor amigo.

Sentí no poder estar en la tertulia, ya lo sabes. Sobre todo por la despedida de los amigos. Pero ya llegarán tiempos mejores, espero...
Y mucha suerte para todo.

Tres besos, amigo.

Anónimo dijo...

Has traído una novela especial, distinta. Nunca había oído hablar del autor y mucho menos del libro en cuestión. Quizá la lea. Como siempre, estupenda reseña, Sergio.

Espero que todo vaya genial. Un abrazo.

Tessa dijo...

Hola Sergio.
Interesante el escrito de Michael Houlleberg nunca he leído nada de él, pero me gustaría poder encontrar tiempo para su lectura, creo que es muy especial.
Magnifica reseña amigo.

Besos amigo

Sergio G.Ros dijo...

No te preocupes, querida María, como bien dices: ya llegarán tiempos mejores, oye, y digo yo: ¿es que los que hemos vivido y estamos viviendo no son buenos? Besotes y mucho ánimo.

Gracias, naTTs.. yo tampoco sabía nada de Houllebecq, pero fueron los compañeros de la tertulia los que se decantaron por él. ´
Todo va bien, amiga, un besote. Lo mismo te digo.

Sergio G.Ros dijo...

Sí, Tessa es un libro que "te deja tocado"... pero luego te repones.. Muchas gracias, un beso, amiga.