lunes, 31 de enero de 2011

Sputnik, mi amor, de H. Murakami

Cuando he empezado a recibir opiniones de varias agencias literarias sobre Transmutación, algunas muy favorables aunque con la situación complicada del sector editorial como trasfondo, me he sorprendido con la relación intensa que tiene mi último manuscrito con la obra de Haruki Murakami. Ya lo decía alguien en uno de esos famosos consejos a escritores: “imita a los grandes”, a lo que yo apostillaría, “imita a los que te gustan”. De hecho, como he pasado unos días en el hospital por asuntos familiares he aprovechado para zamparme la novela “Sputnik, mi amor” y me he quedado con un buen sabor de boca, porque es una obra que emociona.
También me ha hecho preguntarme, seriamente, si en las condiciones actuales un autor tan laureado por crítica y público como Murakami (y cuyo nombre se escucha para el Nobel de literatura), publicaría fácilmente aquí, en España.
De todas formas, yo sigo soñando, ¿os imagináis ver publicada Transmutación en Tusquets?
Bueno, os dejo mis impresiones:
Sputnik, mi amor.
Haruki Murakami
Editorial: Tusquets
Año publicación: 2002 (primera edición).
SINOPSIS
Perdidos en la inmensa metrópoli de Tokio, tres personas se buscan desesperadamente intentando romper el eterno viaje circular de la soledad; un viaje parecido al del satélite ruso Sputnik, donde la perra Laika giraba alrededor de la Tierra y dirigía su atónita mirada hacia el espacio infinito. El narrador, un joven profesor de primaria, está enamorado de Sumire, a quien conoció en la universidad. Pero Sumire tiene una única obsesión: ser novelista; además se considera la última rebelde, viste como un muchacho, fuma como un carretero y rechaza toda convención moral. Un buen día, Sumire conoce a Myû en una boda, una mujer casada de mediana edad tan hermosa como enigmática, y se enamora apasionadamente de ella. Myû contrata a Sumire como secretaria y juntas emprenden un viaje de negocios por Europa que tendrá un enigmático final.

Reseña
Si se desgrana la obra de Murakami, uno puede llevarse la sorpresa de no encontrar nada especialmente relevante en el aspecto literario. No hay excesivas figuras literarias, el estilo podría decirse que es sobrio, minimalista en algunos casos… pero engancha, y ¡de qué manera!
Murakami tiene el don de producir un efecto hipnótico en la escritura, algo tan extraño que habría que honrar al primer editor que apostó por este escritor japonés: no en vano, sus novelas no pueden encasillarse fácilmente en un género concreto (pero tiene millones de seguidores en todo el mundo). Sputnik, mi amor es y no es al mismo tiempo una novela romántica, aunque subyace sobre ella, como una sombra prehistórica, la cadencia del trhiller, el suspense y una pizca de terror, todo ello bañado con un realismo mágico de gran originalidad. Podemos encontrar nexos comunes a otras de sus obras: el manejo de la primera y la tercera persona y que los protagonistas suelen ser personas extremadamente solitarias (de hecho la soledad se percibe como otro personaje, abrumador y perenne). Son además, casi siempre, personajes muy jóvenes, con una pasión desmedida por la música y la lectura, extremadamente melancólicos, con dificultadas para relacionarse completamente en el amor o en la sexualidad, en ambas o en una de ellas, que se ven inmersos en triángulos amorosos con personas del mismo sexo o el contrario, y, por encima de todo, destaca lo que parece ser un leit motiv constante en sus historias: la forma en que se enfrentan a un cambio importante en sus vidas. Me atrevería a decir que eso, el cambio, es el motor de Murakami y lo que hace que los lectores se queden enganchados a sus novelas, porque, humanamente, por muy extrañas que puedan parecer, son y se sienten como verdaderas.
… Y es que no hay una “lógica” racional en las tramas de Murakami, él mismo, en alguna entrevista, ha explicado que no sigue ningún proceso estructural prefijado. Son por tanto sus obras, en mi opinión, obras para ser leídas, no contadas. Donde no se respetan estrictamente las reglas literarias y donde nada es lo que parece, empezando por un lenguaje sencillo que desvela como pocos un extraordinario y desconcertante manejo de las emociones.
Sergio G.Ros

domingo, 16 de enero de 2011

Recapitulación

2010, literariamente hablando, no ha sido mi año más creativo. Gran parte del mismo ha rotado sobre la revisión de “Su nombre empezaba por E”, mi último manuscrito, una novela de acción, con tintes bélicos y de terror.
A mediados de año, tras recibir los consejos de una importante agencia literaria, me metí de lleno en una profunda revisión de la historia a la que rebauticé con el título “Transmutación” (revisión 5 del original). Entre los cambios destacaron la reducción (en torno al 15%) del número de páginas y un redimensionamiento de los personajes, diluyendo secundarios y potenciando protagonistas, además de pulir de nuevo todo el texto.
Este manuscrito nació como una novela ambiciosa pues quise que fuera un punto de inflexión en mi camino literario: alterné narradores y tiempos verbales diferentes, e incluso prosas contrapuestas.
2010 también ha sido el año de la Generación del XXI, una entrada en este blog que dio mucho que hablar en la Red (por cierto, El alma impresa ya va por las 40.000 visitas y 100 seguidores, algo que me llena de orgullo). En el 2010 he descubierto las novelas de varios amigos escritores: leí a Blas Malo, a Juan Jesús Hernández, a Felisa Montero, a Antonia J.Corrales, a Pedro de Paz… Colaboré (no tanto como quisiera) con la revista Prosofagia, y con la página Llegir en cas d´incendi, para la que hice algunas reseñas que habéis tenido la amabilidad de leer y comentar. Fue también el año en el que me convertí en el coordinador de la tertulia literaria El Escarabajo Palabrero, una experiencia inolvidable, y al principio abrumadora por la responsabilidad, donde puede charlar sobre literatura con gente maravillosa, sumergiéndonos en el mundo de Houllebecq, Fitzgerald, o Marías…
Ha sido también el 2010 mi año de acercamiento a algunos de los grandes como Flaubert, Chèjov, Zweig, Carver o Dostoiewski…
Y, sobre todo, el 2010 ha sido un año vital: en septiembre nació mi hijo Sergio, una implosión de alegría que sacudió nuestro mundo, y que llena nuestros días y nuestras noches.
El 2011 se vislumbra lleno de retos.

¡¡Salud y mucha fuerza para afrontarlos, amigas y amigos!!