martes, 22 de junio de 2010

Psicosis, de Robert Bloch

Reseña publicada originalmente en Llegir en cas d´incendi.

http://www.llegirencasdincendi.com/2010/06/psicosis-robert-bloch.html



Psicosis
Robert Bloch
Traducción: Ester Mendía Picazo
Editorial: La Factoría de Ideas
1ª edición, abril de 2010
192 páginas
Género: Terror / Thriller
ISBN: 9788498005622

En 1957, varios agentes de policía de Plainfield (Wisconsin) registraron la propiedad de Ed Gein, granjero al que habían detenido como presunto culpable de la desaparición de Bernice Worden, la dueña de la ferretería del pueblo. Poco podían imaginar que además de cientos de desperdicios, Ed Gein almacenaba toda clase de restos humanos: cabezas intactas, muebles forrados en piel, huesos, mandíbulas…. Su granja era un verdadero museo de los horrores. A partir de ese momento pasaría a ser conocido como el carnicero de Plainfield y considerado como uno de los más brutales asesinos en serie de los Estados Unidos de Norteamérica. En las escasas declaraciones que hizo, confesó haber profanado varias tumbas de personas conocidas para llevarse sus cadáveres a casa.

El caso de Gein pronto despertó un profundo interés, sobre todo por su desconcertante y compleja personalidad donde confluían varias perversiones distintas: fetichismo, travestismo, voyerismo, canibalismo y quizá necrofilia. Los psiquiatras consideraron que una de las causas del origen de su patología estaba en la relación que mantuvo con su madre, una mujer fanática que no consintió que ni él ni su hermano se relacionasen con nadie externo que pudiera pervertirlos. Cuando la madre murió, Gein, que sufría un fuerte complejo de Edipo, se obsesionó con la figura materna. Declaró también que “madre” le hablaba en las duermevelas, y tal vez por esa misma razón mantuvo su habitación intacta y perfectamente ordenada.

En 1959, el escritor de ciencia ficción y terror Robert Bloch (1917-1994) publicó una novela inspirada en el caso de Gein. Los derechos fueron adquiridos por un director británico que la llevaría a la gran pantalla un año más tarde, en 1960. Ese director se tomó muchas molestias para que el público no conociera el desenlace de la trama: compró todas las copias de la primera edición del libro, obligó a sus actores a firmar un contrato por el que se comprometían a no desvelar el final, realizó las grabaciones en un entorno cerrado y prohibió los pases previos del film. Ahora se cumplen cincuenta años de esa película, titulada Pshyco (que fue mal traducida al español como Psicosis), dirigida por Alfred Hitchcock: una de las grandes obras maestras del cine.

La editorial La Factoría de Ideas ha reeditado la novela homónima de Bloch. Quizá ustedes se hagan la pregunta que yo me hice antes de leer el libro: ¿merece la pena cuando uno ya sabe de qué va la historia? Y sobre todo: ¿qué puede ofrecernos cuando planea sobre ella la gigantesca sombra del mito cinematográfico? Pues permítanme que les diga que Psicosis es una pequeña joya literaria, un círculo perfecto y cerrado que leerán en un santiamén.


La historia tiene apenas la extensión de un cuento largo, con una prosa sencilla, sin ornamentos pero tremendamente efectiva, efectista y poderosa. Además de la atmósfera, los giros argumentales son desconcertantes, pero, destaca por encima de todo la capacidad de Bloch para mantener el suspense y dejarnos con la miel en los labios al final de cada capítulo. Consigue algo que muy pocas novelas logran con muchas más páginas o tramas más enrevesadas: mantener el suspense, mimarlo y hacer que crezca el interés del lector.

Particularmente interesante es también la forma en la que Bloch resuelve la interacción de Norman Bates con su madre, con una prosa en tercera persona, diálogos sagaces, y un estilo indirecto donde el narrador se funde con el protagonista y nos hace leer lo que piensa, cómo piensa y por qué lo piensa.

Denostada por la crítica literaria de su tiempo, la novela quedó dilapida con el estrellato de la película, y Hitchcock se quedó con todos los honores. Quizá Robert Bloch, que fue amigo y admirador de Lovecraft, tuvo una trayectoria literaria irregular durante toda su vida (a pesar de haber recibido los premios Hugo, Bram Stoker y el premio Mundial de Fantasía), en la que cultivó cuentos, relatos y guiones de radio, cine y televisión, y también varias novelas. Sin embargo, creo que esa variedad de oficios quedaron impresos de alguna manera en Psicosis, una novela cerrada sobre una historia aparentemente sencilla que les atrapará hasta el final.


Sergio G. Ros

jueves, 17 de junio de 2010

Un premio para El alma impresa

¡Hola amigos!

Arlette Geneve, escritora cuyo nombre estoy seguro que os sonará pues sus novelas están siempre entre los libros más vendidos (El carcelero de Isbiliya , La Rendición del Highlander , La última cita…), ha tenido la enorme gentileza de obsequiar a este blog con el Premio Superación. Sus palabras de halago me han tocado las fibras del corazoncito, y me han hecho una tremenda ilusión.
Y, aunque suene a falsa modestia, ¡qué leñe, me apetece ponéroslas!

Conozco muchos amigos que están luchando día a día para hacerse un hueco en el mundo literario, sin desfallecer, sin perder la esperanza, confiando a pesar de las negativas, sabiendo que tarde o temprano llegará el momento idóneo en el que un editor comprobará la enorme calidad literaria de sus escritos. Y cuando ese día llegue, que tiemble John Ronald Reuel Tolkien. Patrick Süskind. Robin Cook e incluso Stephen King. Los pongo como ejemplo porque son mis autores fetiches, lo que me han hecho enfadar, pasar miedo, deleitarme con su narrativa.
Y tras pensarlo mucho, he decidido que el blog que se merece un premio a la superación, es el de mi amigo Sergio G. Ros. Os pongo el enlace de su página para que disfrutéis de este magnífico escritor y crítico literario. Es un privilegio tenerlo entre mis amistades.

Tampoco puedo dejar de recomendaros que visitéis su página web, donde podréis conocer un poquito mejor a esta escritora bestseller: http://arlettegeneve.es/

¡Muchas gracias, Arlette!, ¡yo si que soy afortunado por tenerte como amiga!

Por otro lado, ahora me toca a mí elegir un blog para este premio. También lo he meditado bastante... y he decidido otorgárselo a “Aventuras y desventuras de un escritor novel”, el blog de Armando Rodera. Todos vosotros conocéis a Armando, sus enormes esfuerzos por publicar, su ilusión, su trabajo… Creo que se lo merece de largo. Estoy convencido de que tendrá su hueco. Por el momento, os recomiendo encarecidamente que disfrutéis de sus entrevistas, y sobre todo, de un tiempo a esta parte con sus excelentes crónicas del mundo editorial que son cercanas y muy provechosas (especialmente) para todos aquellos que no vivimos en las grandes capitales españolas. ¡Ah! Y además de escribir novelas, hace reseñas literarias.

¡Joer, editores y agentes, el chico es completito!

P.D. He elegido la foto de Nick Vujicik surfeando junto a Bethany Hamilton. Sobran las palabras, ¿verdad? Pero si tenéis curiosidad, en Internet podréis encontrar cientos de páginas dedicados a ellos.

sábado, 12 de junio de 2010

Las partículas elementales, de Michel Houllebecq.


El pasado jueves por la tarde me encontraba sentado esperando mi turno en la peluquería (sí, sí… hasta los que apenas tenemos pelo vamos a la peluquería). Entre mis manos un libro: Las partículas elementales, de Michel Houllebecq, la novela propuesta para la tertulia que se celebra este sábado; me quedaban unas cincuenta páginas por leer.
Esas páginas me dejaron completamente noqueado. Creo que es lo más bello que he leído en mucho tiempo.
Así que, cuando me llegó el turno, no intercambié ni una palabra con mi peluquero, cosa del todo inusual. Pienso que debió darse cuenta de que algo me pasaba porque tampoco intentó "romper el hielo" y me dejó estar.
Dice el filósofo-escritor Fernando Arrabal que a Houllebecq se le sambenita o se le escupe a la cara. De hecho, Houllebecq, autor francés (que reside en Almería), ha levantado a su alrededor opiniones extremas y encontradas, pero lo cierto es que sus libros no dejan indiferente a nadie porque socavan conciencias.
Las partículas elementales es un aglomerado de filosofía, ciencia y vulgaridad, pero me ha llamado poderosamente la atención que casi nadie, cuando opina sobre la novela, hable sobre la técnica, el estilo y sobre la belleza del mismo.
Argumentalmente, la novela presenta una dicotomía clara, marcada por sus dos personajes centrales: Bruno y Michel, dos hermanastros (misma madre, distintos padres) con estilos de vida totalmente opuestos: Bruno, obsesionado por el sexo y por todo lo carnal en proporción desmedida, Michel, obsesionado por el conocimiento y la ciencia hasta extremos metafísicos. La narración alterna la historia de uno y otro dibujando un fresco sobre la sociedad actual, heredera de la supuesta liberación impulsada por los jóvenes de los sesenta: Mayo del 68, época Hippy… y lo hace con precisión quirúrgica, desmontando una tras otra, todas las angustias que cercan al ser humano de estos días. Las opiniones que se vierten en el libro dan palos a tantos tipos de personas, filosofías, creencias o formas de entender o vivir la vida, que es imposible que alguno de ellos no te afecte, te roce, o te queme.
Por otro lado, muchos de los comentarios negativos que he leído sobre la novela esgrimen la narración pornógrafa de la misma: las descripciones explícitas sobre sexo. No en vano, la palabra “polla” aparece más de una treintena de veces, pero a mi entender, no es el sexo en sí mismo lo que irrita: lo que perturba es el papel del sexo como catalizador de las angustias de la sociedad actual, de las frustaciones que acarrea, de la esclavitud que genera como comunión indisoluble con el cuerpo del ser humano, ese aspecto tan importante e individual que nos pesa como un lastre.

—La mayoría de los hombres prefieren la mamada —continuó—. La penetración les molesta, tienen problemas de erección. Pero cuando los chupas se vuelven como niños pequeños. Tengo la impresión de que el feminismo los ha marcado mucho, más de lo que les gustaría confesar.
—…. Los hombres que envejecen solos son mucho menos dignos de compasión que las mujeres en la misma situación. Ellos beben vino malo, se quedan dormidos, les apesta el aliento; se despiertan y empiezan otra vez; y se mueren bastante deprisa. Las mujeres toman calmantes, hacen yoga, van a ver a un psicólogo; viven muchos años y sufren mucho. Tienen el cuerpo débil y estropeado; lo saben y sufren por ello. Pero siguen adelante, porque no logran renunciar a ser amadas. Son víctimas de esta ilusión hasta el final. A partir de cierta edad, una mujer siempre tiene la posibilidad de frotarse contra una polla; pero ya no tiene la menor posibilidad de ser amada. Los hombres son así, eso es todo.

El cuerpo y el miedo a envejecer, que traiciona a los seres humanos que basaron una vida entera en la importancia de la juventud, de la salud extrema, física y superficial.

No obstante, las mujeres que tenían veinte años en torno a «la época del 68» se encontraron, al llegar a los cuarenta, en una enojosa situación. Por lo general divorciadas, casi nunca podían contar con esa conyugalidad —cálida o miserable— cuya desaparición habían acelerado todo lo posible. Formaban parte de una generación que había proclamado la superioridad de la juventud sobre la edad madura —la primera generación que lo había hecho hasta ese extremo—, y no era de extrañar que la generación que venía detrás las despreciara. El culto al cuerpo que habían contribuido tanto a establecer las llevaba, a medida que se marchitaban, a experimentar una repugnancia cada vez más viva hacia sí mismas; una repugnancia semejante a la que leían en las miradas ajenas.

...Ya me he dado cuenta hace un momento de que mi coño no te atraía mucho; ya es un poco el coño de una vieja. Con la edad, la pérdida de colágeno y la fragmentación de la elastina en la mitosis hacen que los tejidos pierdan de manera progresiva la firmeza y la elasticidad. A los veinte años yo tenía una vulva muy bonita; ahora, me doy perfecta cuenta de que los labios están un poco descolgados.»

Todo ello impulsado por la propia Sociedad donde vivimos, que ha hecho del deseo, un leit motiv que roza lo religioso. Es el deseo, en la actualidad, el motor de la economía (el capitalismo exacerbado), una economía que hay que apuntalar porque se derrumba, y que, peor aún, ha a atrapado en su declive, como los cascotes de un terremoto, a las peronas y sus esperanzas.

…la mutación metafísica operada por la ciencia moderna conlleva la individuación, la vanidad, el odio y el deseo. En sí, el deseo, al contrario que el placer, es fuente de sufrimiento, odio e infelicidad. Esto lo sabían y enseñaban todos los filósofos: no sólo los budistas o los cristianos, sino todos los filósofos dignos de tal nombre.

Y en ese desfile de opiniones punzantes, encontramos radiografías viscerales sobre hombres y mujeres, crueles y filosóficas, que cercenan espíritus y tendencias.

—Nunca he entendido a las feministas... —dijo Christiane a media cuesta—. Se pasaban la vida hablando de fregar los platos y compartir las tareas; lo de fregar los platos las obsesionaba literalmente. A veces decían un par de frases sobre cocinar o pasar el aspirador; pero su gran tema de conversación eran los platos por fregar. En pocos años conseguían transformar a los tíos que tenían al lado en neuróticos impotentes y gruñones. Y en ese momento, era matemático, empezaban a tener nostalgia de la virilidad. Al final plantaban a sus hombres para que las follara un macho latino de lo más ridículo. Siempre me ha asombrado la atracción de las intelectuales por los hijos de puta, los brutos y los cabrones. Así que se tiraban dos o tres, a veces más si la tía era muy follable, luego se quedaban preñadas y les daba por la repostería casera con las fichas de cocina de Marie-Claire. He visto el mismo guión repetirse docenas de veces.

Pero es indiscutible que muchas de esas opiniones que salen de las bocas de los personajes, o del propio narrador onmisciente, son reflejo de la realidad que nos rodea:

La fama cultural sólo era un mediocre sucedáneo de la verdadera gloria, la gloria en los medios de comunicación; y ésta, vinculada a la industria del entretenimiento, acumulaba más dinero que cualquier otra actividad humana. ¿Qué eran un banquero, un ministro o un empresario frente a un actor de cine o una rock star? Financiera y sexualmente, y desde todos los puntos de vista, cero. Las estrategias de distinción que Proust había descrito con tanta sutileza no tenían ningún sentido en la actualidad.

Lo cierto es que Houllebecq va desmenuzando al ser humano que somos, que fuimos, de una manera muy peculiar: ahí es donde entra su estilo. La voz narrativa alterna una gran variedad de registros que tienen su propio tempo, registros que van desde la vulgaridad más exacerbada y molesta, hasta tesis científicas de lo más incomprensibles para los neófitos. Lo curioso de ese estilo es que no hay una división clara en el texto cuando se produce el relevo entre uno y otro lenguaje, las aseveraciones científicas aparecen de pronto, en un punto y seguido, lo que dota a los párrafos de una objetividad racional de tal calibre que embriagan todo el texto, de modo, que, queramos o no, lo hacen compacto y terriblemente realista:

En el silencio que siguió a esta demostración vocal, se oyó claramente una mosca que cruzó la habitación antes de posarse en la cara de Jane. Los dípteros se caracterizan por la presencia de un solo par de alas membranosas implantadas sobre el segundo anillo del tórax, de un par de balancines (que sirven para mantener el equilibrio en vuelo) implantados sobre el tercer anillo del tórax, y piezas bucales chupadoras. Cuando la mosca se aventuró sobre la superficie del ojo, Michel sospechó algo.

—Tienes recuerdos de distintos momentos de tu vida —resumió Michel—, y estos recuerdos se presentan bajo diversos aspectos; vuelves a ver ideas, motivos o caras. A veces te acuerdas sencillamente de un nombre, como el de esa Patricia Hohweiller de la que me acabas de hablar y a la que ahora no serías capaz de reconocer. A veces te acuerdas de una cara sin poder asociarle ni siquiera un recuerdo. En el caso de Caroline Yessayan, todo lo que sabes de ella se concentra en esos pocos segundos de precisión total en los que tenías la mano en su muslo. Las historias coherentes de Griffiths se introdujeron en 1984 para reunir las medidas cuánticas en narraciones verosímiles. Una historia de Griffiths se construye a partir de una serie de medidas tomadas más o menos al azar en momentos diferentes. Cada medida expresa que una determinada cantidad física, diferente de una medida a otra, se encuentra comprendida, en un momento dado, dentro de una determinada escala de valores. Por ejemplo, en el momento t1, un electrón tiene cierta velocidad, determinada con una aproximación que depende del modo de medida; en el momento t2, el electrón está situado en cierto sector del espacio; en el momento t3, tiene cierto valor de espín. A partir de un subconjunto de medidas se puede definir una historia, lógicamente coherente, de la que en cambio no puede afirmarse que sea verdadera.; simplemente, puede sostenerse sin contradicción. Entre las historias del mundo que son posibles en un marco experimental determinado, algunas pueden reescribirse en la forma normalizada de Griffiths; se llaman, entonces, historias coherentes de Griffiths, y en ellas es como si el mundo se compusiera de objetos aislados, dotados de propiedades intrínsecas y estables. No obstante, el número de historias coherentes de Griffiths que pueden reescribirse a partir de una serie de medidas es, por lo general, bastante superior a 1. Tú tienes conciencia de tu yo; esta conciencia te permite emitir una hipótesis: la historia que eres capaz de reconstruir a partir de tus propios recuerdos es una historia coherente, que justifica el principio de narración unívoca. Como individuo aislado, empeñado en existir durante cierto lapso de tiempo, sometido a una ontología de objetos y propiedades, no te cabe la menor duda sobre este punto: se te puede asociar, necesariamente, una historia coherente de Griffiths. Esta hipótesis a priori te sirve para la vida real, pero no para el mundo de los sueños.

Ahora bien, el libro sorprende por dos cosas: primero, porque en último término se comporta estrictamente como una novela de ciencia ficción, con un final aplastante comparable quizás al de Soy Leyenda, de Matheson. La segunda, se debe a esas últimas páginas con las que iniciaba esta entrada (las previas a la tercera parte), despojadas tanto de vulgaridad como de ciencia, donde hay un narrador puro, sin artificios, de una sutileza conmovedora que te rompe el corazón. Unas páginas que valen una novela entera.
Así que digan lo que digan, yo me quedo con la historia de Bruno y Michel, y las mujeres que los acompañan, Christiane y Annabelle, cuatro seres que viven en dimensiones distintas, que viven intensamente sus pasiones, pero que durante años no llegar a rozarse. Causas y efectos existenciales, donde la traición y la fidelidad cobran tintes dramáticos y conmovedores.
Retazos de seres humanos sumidos en la tristeza de la vida y de la muerte que apuntan directamente a la eternidad.

Sergio G.Ros.
...Sobre Michel Houllebecq (extraído de la Wikipedia):

Michel HouellebecqMichel Thomas (Saint Pierre, Isla de Reunión, 26 de febrero de 1958 –certificado de nacimiento– o 1956), conocido como Michel Houellebecq, es un poeta, novelista y ensayista francés. Sus novelas Las partículas elementales y Plataforma se convirtieron en hitos de la nueva narrativa francesa de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Ambas le otorgaron cierta consideración literaria pero también dieron lugar al llamado «fenómeno Houellebecq», que provocó numerosos y apasionados debates en la prensa internacional. Reside desde hace algún tiempo en el Cabo de Gata (Almería, España).

Hijo de padres atípicos que, al parecer, se desentendieron de él desde muy pequeño, pasó su infancia y adolescencia con su abuela paterna, de la cual adoptó su apellido como pseudónimo. De este hecho biográfico nacen algunos de sus temas recurrentes en su obra, como su fijación en las miserias afectivas del hombre contemporáneo. En 1980 se licenció como ingeniero agrónomo. Trabajó un tiempo como informático, experiencia que quedará reflejada en su primera novela.

Con la publicación en 1994 de Extension du domaine de la lutte, que se llegó a comparar con El extranjero de Camus, pasó del anonimato total a convertirse, gracias exclusivamente al boca a boca, en autor de uno de los libros más vendidos del año. La obra fue traducida a numerosas lenguas (entre ellas el español, con el título Ampliación del campo de batalla) y le dio a conocer al gran público. Algunos críticos, cogidos a contrapié, creyeron que su éxito sería flor de un día, pero ese vaticinio se disipó de golpe con la publicación de su segunda novela, Les Particules élémentaires, considerado el mejor libro francés de 1998 por la revista Lire y galardonada con el Prix Novembre. Ese mismo año obtuvo además el Premio Nacional de las Letras para jóvenes talentos. Su tercera novela, Plateforme, le convirtió definitivamente en estrella mediática, no sólo por traducirse a más de 25 lenguas sino por ser objeto de una agria polémica en torno a su supuesta islamofobia y por su visión amoral de la explotación sexual del Tercer Mundo.

A causa de la presión mediática, dejó Francia y vivió en Irlanda durante algunos años. Después se instaló en el sur de España, donde reside actualmente. En su obra se aprecia la influencia de autores tales como el Marqués de Sade, Howard-Phillips Lovecraft y Louis-Ferdinand Céline.