viernes, 23 de octubre de 2009

Tocado y hundido.


Las noticias más amargas se reciben a menudo cuando uno más espera, precisamente, recibir noticias buenas. Es otra paradoja de la vida. Como autor novel, o aspirante a escritor, o sólo como alguien que tiene un sueño, y que por tanto puede extrapolarse a cualquier propósito que os propongáis en la vida, el de hoy, amigos, ha sido un día amargo.
De nuevo giró el bombo, y, de nuevo, salió una bolita cuyo número no se encontraba en mi cartón.
Una prestigiosa agencia literaria ha valorado positivamente mi tercer manuscrito, calificándolo de muy bueno dentro del género en el que se encuadra –terror-. En resumen, ha pasado el temido filtro, cosechando un buen informe de lectura. Pero no ha sido suficiente. Al parecer, según la agencia, la situación económica está mal (eso no puede negarse), y las editoriales no dejan huecos, y mucho menos, si se trata de gente nueva.
Eso es lo que me han dicho.
Así que aquí estoy, flotando sobre una caja de madera que debía contener repuestos del barco donde navegaba, un acorazado alemán de los años treinta. Observo cómo el casco humeante cruje y se retuerce tragado por el río de la Plata.
Toso y me aferro a los tablones astillados, arrastrado por la corriente.
¿Será el fin?

domingo, 18 de octubre de 2009

Perseverancia



El viernes fue un día extraño. Salí de casa algo más temprano para intentar evitar la larga caravana que se forma al ir hacia el trabajo. A pesar de eso, cuando tomé la salida de la autovía tuve que admitir que los minutos robados a mi sueño habían sido infructuosos. A través de la luna de mi coche observé la garganta luminosa que discurría frente a mí. Suspiré y subí el volumen de la música. Cada vez tengo menos ganas de escuchar las noticias.
Tras una lenta procesión, a base de segunda y pedal de freno, justo cuando iba a incorporarme a la última rotonda, me adelantó, por el arcén, una patrulla de la Guardia Civil. Los agentes cruzaron el vehículo con habilidad en medio de la rotonda y se bajaron. Sus chalecos reflectantes refulgieron entre tinieblas. En un santiamén desplegaron una suerte de conos cerrando el paso. Coño, justo cuando rozaba la entrada del curro con los neumáticos. Nos obligaron a seguir otro kilómetro de autovía hasta la siguiente rotonda. Como por arte de magia, el denso tráfico se descongestionó, y el motor de mi coche ronroneó alegre, harto ya de las marchas bajas, pero, claro, mis ánimos quedaron mermados.
A pesar de la música, y dependiendo de las canciones, cuando conduzco suelo meditar.
Recuerdo que una de las cosas en las que pensé fue en que los viernes son de los mejores días, porque traen la ilusión del fin de semana en ciernes y lo que eso conlleva: el dulce hogar, el fin de la dictadura del despertador, las comidas familiares, la lectura, en definitiva: la ausencia de otras obligaciones a excepción de las propias. Siempre que se tenga la suerte de no tener que trabajar los sábados o los domingos, que a veces también toca. Pero, paradójicamente, los viernes son también días lastrados. En ellos se sedimentan los cansancios de la semana, el estrés, los problemas sin resolver y los que amenazan con agrandarse.
Para un aspirante a escritor, el fin de semana resulta nefasto. Sabe que la bandeja de entrada del correo permanecerá ajena a ese mensaje quimérico. El que todos llevamos en mente, y que abrirá un hueco entre las nubes.

Tras la jornada de trabajo volví hecho polvo a casa. Tuve que aprovechar una tregua que concedió la lluvia. Ahora el asfalto se antojaba límpido, con un negro tan profundo y homogéneo como un trazo de pincel ejecutado con destreza.

Ya en mi casa, me tiré sobre la cama, quitándome los zapatos al mismo tiempo. Así de cansado estaba. El curro anduvo turbio como el día, con sensaciones contradictorias. Los datos, los números, los emails se amontonaban en mi cabeza, atropellándose.
Fue mi esposa la que me recordó que a las siete y media había una presentación de un libro en Cartagena. Le contesté que no tenía ganas, que estaba demasiado agotado como para pensar siquiera en ir. Ella entendió que me encontraba en esos días grises que me asaltan sin previo aviso. Fue muy tierna.
El caso es que me convenció. Volví a montar en el coche y salí pitando, temiendo llegar tarde como suele ocurrirme. Para colmo de males, la ciudad estaba hecha un desastre gracias al famoso "Plan E" que la mantenía más patas arriba que de costumbre. Las líneas divisorias de los carriles yacían amarillas indicando provisionalidad e improvisación, carteles de advertencia surgían cada poco, los sentidos del tráfico se invertían, y el trayecto se convirtió en un rally incierto e irritante. Dejé el coche en el aparcamiento del puerto, que ofrecía una estampa costumbrista con retazos de nubes grises sobre un mar agitado.
Cuando llegué a la veterana librería Escarabajal, subí los escalones de dos en dos, y pude comprobar que la presentación de “El secreto de Nicea” ya había comenzado. Me senté al final de la media docena de filas de sillas desplegables. Una treintena de personas escuchaba con atención a la dueña de la librería (Ana Escarabajal) comentar el currículum tanto del autor de la obra, Francisco Gijón, como el del hombre que iba a actuar de cicerone del mismo, Francisco Javier Illán.


Debo confesar, que hace cosa de unos meses ni siquiera se me hubiera ocurrido asistir a la presentación de un libro. Ahora, a base de rechazos y del lento despertar de mi ermitaña condición de escritor novel, he decidido hacer un esfuerzo por conocer qué hay al otro lado.
La presentación fue muy agradable. Francisco Javier Illán criminólogo de profesión, escritor, presentador y colaborador de revistas literarias, además de bloguer y un montón de cosas más que no recuerdo, resultó un tipo sencillo, campechano, y sin pelos en la lengua. Contó los avatares que le habían llevado a estar ese día allí, en el primer piso de Escarabajal presentando una novela, que, a priori, tocaba temas que se contraponían a sus propias creencias morales. Me resultó significativo que hoy en día, en el mundo de las letras, un hombre insertado en ellas plenamente, fuera capaz de reconocer sus tendencias sin maniqueísmos. Francisco Javier presentó con brillantez “El secreto de Nicea”. Pido disculpas por no colocar fotos del propio evento, pero el estrés diario me tenía noqueado aquel día.
Francisco Javier Illán
Luego, fue el propio autor, Francisco Gijón, quien tomó la palabra. Habló con una voz capaz de encantar a serpientes, de esas que dejan huella. Una voz sabia y madura, impropia de alguien tan joven. Eso, unido a su aplomo, me causó una profunda impresión de lo que significa ser escritor ante un público y hablar sobre literatura. Obviamente, yo, como aspirante, sentí un cierto retraimiento. Cuando estoy ante otros escritores tengo tendencia a empequeñecerme.
Francisco Gijón

En este caso, en concreto, Gijón defendió a capa y espada un tipo de literatura histórica que sobresale de los cánones actuales. Historiador de formación, explicó el riguroso trabajo que hizo, basado en fuentes clásicas, para abordar un libro como aquel. La historia bien contada resulta fascinante, aunque como él mismo apostilló, el hecho de que esté profusamente asentada en escritos existentes no la hace más veraz, puesto que, en definitiva, se basa en palabras que otras personas escribieron, que no necesariamente, reflejan lo que realmente ocurrió. Y como también resaltó: los vencedores, que son al final los que escriben la historia, no añaden nada, en todo caso, borran.
Curiosa tertulia siguió después, pasando de puntillas sobre “la otra literatura histórica” o “pseudohistórica”. Dominada por esa especie de histrionismo que embarga al mercado editorial actual donde, forzosamente, todo hecho histórico debe ir acompañado por un misterio oscuro, y a poder ser, un misterio tan grande que sostenga él sólo la existencia de la humanidad.

Finalmente me quedo con la disertación sobre el Concilio de Nicea, sobre el que versa profusamente el libro. Fue realmente interesante puesto que yo desconocía que en aquel concilio se filtraron 270 evangelios, quedando los cuatro que todos conocemos. Esa criba produjo una “fusión” de los distintos caminos que había tomado el cristianismo hasta el siglo IV, y, en la práctica, dio lugar al asentamiento de una forma común de entender la sociedad a partir de ese momento, con la religión, una religión más homogénea, en costumbres y principios de fe, como centro motor de la sociedad. Y ese paso sí fue definitivo en la historia, por tanto que sus consecuencias han llegado hasta nuestros días haciéndonos ser lo que somos.
Lamentablemente, debido a lo tarde que se había hecho, se tuvo que cerrar la presentación. El autor comenzó su ronda de firmas y yo me acerqué a saludar a Francisco Javier Illán. Tenía muchas ganas de conocerlo, precisamente por una de las cosas que había leído sobre él: que era un hombre muy interesado en los nuevos escritores de la región de Murcia.
Fue una conversación breve. Básicamente me dio ánimos para seguir adelante, inculcándome la idea de que al final, seguro, publicaría. Comentamos acerca de cómo se las gasta el sector editorial, y, justo cuando íbamos a despedirnos, empleó la palabra mágica. La que debe acompañar a cualquier escritor en ciernes: Perseverancia.
Así que la repito de nuevo, desde este modesto blog, porque a mí su sonido me produce una especie de sugestión. Creo que "Perseverancia" es una de esas palabras nobles, rotundas, que crean un efecto de "poder" a quien las emplea.
Gracias, Francisco Javier, fue un placer conocerte.

lunes, 12 de octubre de 2009

Tiempo de espera

Esta semana se presenta como un tiempo de tránsito.
Me incomodan ese tipo de días donde uno espera recibir noticias, porque las sensaciones se aletargan y los suspiros se estiran como el queso mozzarella auspiciado por el calor del horno.
Os preguntaréis qué demonios espero. Bueno, soy un poco terco, así que sigo en mis trece, ya que estoy convencido de que la anterior entrada sobre la Feria de Frankfurt va a ser muy predictiva.
Mientras, echo la vista atrás y no dejo de sorprenderme con la gente buena que me he encontrado por el camino. En octubre hará un año desde que entré en Bibliotecas Virtuales y empecé a recibir prácticos consejos de compañeros y compañeras que estaban en una situación parecida a la mía.
A pesar de los reveses que da el mercado editorial, te topas con gente generosa que te brinda nuevas perspectivas y puntos de vista. Lo que más valor tiene, a mi entender, son sus propias experiencias porque hablan con conocimiento de causa.
Después de mi primer contacto, me abrí “al mundo literario”, visitando más asiduamente otros foros (Locus, Prosófagos...) y hallé, sin darme cuenta, el universo de los blogs. Fue otro gran paso porque mis contactos con gente estupenda aumentaron.
Cuando terminé el cuarto manuscrito y, mientras esperaba un mes para corregir, decidí crear el mío propio: “El alma impresa”. Me costó porque tengo un poco de respeto por todo lo informático. Pero sin duda, ha merecido la pena.
Esta entrada es para agradecer vuestra inestimable ayuda. Vuestras visitas, relatos, comentarios y opiniones. ¡¡Mil gracias!!
El siguiente pasito (aconsejado por Daniel de Cordova) ha sido crear una cuenta en Facebook. Jope, hay mucha gente ahí, ¿sabéis?

Y la guinda del pastel ha sido el mensaje de una compañera y amiga virtual de un foro muy conocido ofreciéndose a echarme una mano para detectar fallos en mi cuarto manuscrito. Le pasé unas pocas páginas y las ha comentado de forma brillante, haciendo un gran trabajo que no sé cómo corresponder, lo que me va a ayudar mucho para seguir puliendo. ¡Un millón de gracias!
Pero no acaba ahí. Otra amiga también se ha ofrecido para darme su visión profesional. Así que le he pasado las mismas páginas, de modo que tendré más comentarios.
Tener opiniones distintas y de gente de buen gusto es un lujo que no se puede pagar con dinero.
Recuerdo con una sonrisa a un compañero que me facilitó las direcciones de sendos escritores de mi región. Me presenté por email y les pedí ayuda para que leyeran unas pocas páginas de mis manuscritos: ¡¡salieron corriendo!! (Es un decir).
Aunque, por otro lado, le agradezco a ese amigo haberme hablado de una tertulia literaria que se celebra en Cartagena mensualmente (El escarabajo palabrero) de la que comentaré en otra ocasión.
Resumiendo: no pidas ayuda a ningún escritor, sobre todo si ya ha publicado, porque se alejará de tí a todo lo que den sus piernas. Es comprensible: tienen poco tiempo, y para ellos es oro, por lo que no van a perderlo con un desconocido. Pero eso no quita que haya gente maravillosa, que habita entre nosotros, y que te ofrecerá ayuda cuando menos te lo esperes (también de gente que ha publicado, pues acabo de recibir un mensaje de un notable escritor de mi región brindándome su ayuda). No las atosigues, ni presiones. Recuerda que lo que te ofrezcan es un regalo. Mientras, escribe, lee, escribe y lee. Comenta en los foros, en los blogs, infórmate y disfruta con lo que te gusta, ¿no amas la literatura?

Esa es mi conclusión:
A pesar de las distancias que nos separan, formamos una comunidad muy bonita. Un gran cuadro con matices variados de inexperiencia y sabiduría, que se complementan y crean, a su modo, una extraña y paradójica obra de arte. Porque, no podemos olvidarlo, la literatura es arte. Que en realidad viene a ser magia. Sí, magia pura. Pues la primera magia del mundo nació con la palabra y el pensamiento.
Y es la palabra, precisamente, la que forma ese hilo invisible que nos mantiene unidos.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Aquí se cocinará nuestro futuro...

Pues sí amigas y amigos, a estas alturas del partido, nosotros, los que hemos tomado la escritura como algo más que una afición y ansiamos publicar y, por supuesto, los que ya lo han hecho, hemos perdido la ingenuidad tan abruptamente como pierde una gitana lustrosa su virginidad el día de la boda, mostrando el pañuelo ensangrentado para goce de familiares y amigos. Y pobre de ella como no sea así.
Atrás quedaron los días en los que pensábamos que escribir era lo más difícil, el verdadero reto. Ahora sabemos que lo complicado es, en realidad, lo que viene después: hacerse un hueco en el mercado editorial. Un mercado en constante evolución, con ejecutivos, analistas, vendedores, ojeadores, datos, gráficos y toda la pesca. Perdonad si mi lenguaje suena esta vez algo más soez que de costumbre. La culpa quizá sea del comisario Llob, genial creación de Yasmina Kadhra y su “trilogía de Argel”, que he estado leyendo estas semanas y que ha sido tan revelador como dos buenas hostias dadas en toda la jeta (o la chola como diría él) para darme cuenta de la realidad.
Pero nunca es tarde si la dicha es buena y a mal tiempo buena cara. ¡La leche! Sí que se me ha pegado, sí. Bueno, este sarcasmo ácido que envuelve mi pluma virtual es una muestra del nerviosismo que invade mi futuro próximo. Y el vuestro.
¿El nuestro?, diréis… ¡Ja! ¡Os he pillado! Pues sí. Un profesional del sector me alumbró con algo que desconocía y que, con toda seguridad, es una de las razones por las que las agencias y editoriales esperan antes de pronunciarse sobre algunos manuscritos que están en su poder. ¿¿Qué razón?? -diréis abrumados por la perplejidad, pues barrunto que algunas y algunos ignorabais que podía haber una razón lógica. Pero la hay, porque no olvidemos el principio de la entrada: esto es un mercado de negocio, económico, puro y duro.
¿De qué se trata Sergio? Vale no os hago esperar más: pues se trata de la Feria del libro de Frankfurt, de la que dependerá el futuro de unos cuantos de nosotros: la que marcará la tendencia en las ventas, el género de moda, lo que se llevará en los próximos meses y los huecos que se abrirán o se cerrarán. Algo así como la Pasarela Cibeles con hojas y e-books en vez de trapitos.
Por eso no os extrañe recibir emails pasadas unas semanas: crucemos los dedos.


Y ya que estamos, pues me he informado un poco de qué va este tinglado y comparto la información con vosotros y vosotras porque me caéis bien, ja, ja.. Así que me quito el abrigo lleno de agujeros del comisario Llob, y paso a un discurso aséptico y formalito digno de un periódico como el País o elABC, por poner dos ejemplos para todos los gustos. ¡Que Dios reparta suerte!


La feria del libro de Frankfurt, Alemania (Frankfurter Buchmesse, Frankfurt Book Fair) es la mayor feria comercial de libros del mundo. Lugar de encuentro de los expertos de la industria literaria: editores, agentes, libreros, escritores e, incluso, productores cinematográficos.
Está considerada como el mercado más importante en temas de derechos, lincencias y en general en todo lo relativo al universo literario y los medios de comunicación.
Se suele celebrar anualmente por octubre; este año 2009, en concreto, entre los días 14 al 18, siendo China el país invitado de honor.
Os pongo el enlace, que permite la traducción al español.
http://www.frankfurt-book-fair.com/en/fbf/

Algunos datos de infarto referentes a 2008 que podréis encontrar en la página y que os pueden aportar una ligera idea:

Expositores: más de 7.300 expositores procedentes de 100 países.
Visitantes: más de 299.000.
Los visitantes profesionales: alrededor de 186.000 de 117 países (75 % de los visitantes procedentes de Alemania y el 25 por ciento desde el extranjero).
Periodistas: alrededor de 10.000 periodistas de 63 países
Agencias literarias: 286 agencias.
Publicaciones: 402.284 , de las cuales había123.496 títulos nuevos
Eventos: alrededor de 2.900.
Área: aproximadamente 172.000 metros cuadrados
Online-inscripciones: alrededor de 15.000 visitantes profesionales registrados, 2.000 en virtud del mismo libreros y más de 800 traductores.

Por supuesto las Agencias Literarias tienen su apartado propio dentro de esta feria, en el pabellón 6.2, que posee, además, distintos servicios como reprografía, fax, salas de reuniones, de exposiciones, área de noticias y un bar, que será testigo de acuerdos rubricados con una gran jarra de cerveza.


Según la página web, este punto de encuentro de las agencias es, desde 1978, el más importante y activo dentro de la Feria de Frankfurt. En él se dan cita casi 300 agencias y más de 500 agentes, lo que puede dar una idea del intenso trabajo y movimiento.
Otra cosa interesante que he encontrado en la página web, aparte de publicaciones, búsqueda y consulta de libros, exposiciones de editoriales, etc. es lo referente a los datos de publicación de libros. Por supuesto, me he centrado en los españoles. Son datos fiables y objetivos que toman el pulso a nuestro mercado editorial y que, en mi opinión, son muy interesantes. Y con esto termino. ¡Que aproveche!
Información sobre la producción de libros en España

Ventas
En 2005, la industria del libro español alcanzó unas ventas totales de aprox. € 2.933.000 millones (2001: € 2.607.000 millones).

Las 29 mayores empresas de publicación fueron responsables de 63,2% de estas ventas en 2005. Las ventas totales aumentaron un 1,8% en comparación con el año anterior.

Libros representaron el 75% de las ventas, el 25% provino de otros productos, principalmente películas (48,8%) y CD-ROM (27,4%). (Fuente: Federación de Gremios de Editores de España: Comercio Interior del Libro en España 2005).

Producciones Libro / nuevas publicaciones por año
Título de la producción de 2005: 69.598 (2004: 67.822), Nuevas publicaciones de 2005: 35, 046
Fiction (14.208 títulos)
Non-Fiction (14.879 títulos)
Literatura infantil y adolescente (11.756)

Estadísticas de la licencia
En 2005, el español fue una vez más uno de los 10 idiomas más importantes para la venta de los derechos y licencias a otros países.
Para las empresas editoriales de Alemania, España ocupa el cuarto lugar después de Polonia, la República Checa y Corea del Sur por los derechos de las licencias vendidas en el extranjero. En 2005, las empresas editoriales alemanas venden 529 derechos de las licencias a España (2004: 465), o el 7,1% del volumen total. La concesión de derechos para los españoles en la literatura infantil y de adolescentes también sigue aumentando. Después de sólo 112 de los derechos o licencias en 2004, el total fue de 145 en 2005. Esto sólo es superado por las ventas para el chino y coreano. (Fuente: Buch und Zahlen Buchhandel en 2006).
Exportaciones e importaciones
Las exportaciones se redujeron en 2005 en comparación con el año anterior, mientras que las importaciones aumentaron.
Las exportaciones totales de 2005: € 452.894 millones (2004: € 467.954 millones)
Las exportaciones a Alemania 2005: € 28.886 millones (2004: € 39.321 millones)
Las importaciones totales de 2005: € 43.927 millones (2004: € 39.735 millones)
(Fuente: Federación de Gremios de Editores de España: Comercio Interior del Libro en España 2005.)
Número de empresas editoriales 2005: 1.272 empresas editoriales ; 724 empresas editoriales son miembros de las asociaciones de editores (2004: 1.265 empresas de publicación / 701 miembros de la asociación).
Desglose:
Las grandes editoriales: 26 (las ventas de entre € 18.1 y 60 millones de € al año)
Medianas empresas de publicación de tamaño: 107 (ventas entre € 2,41 y € 18 millones al año)
Las editoriales pequeñas: 549 (ventas entre € 0,3 y € 2,4 millones al año)
(Fuente: Federación de Gremios de Editores de España: Comercio Interior del Libro en España 2005).
Las ventas por punto de venta:
Las librerías y cadenas de librerías: 48,8% de cuota de mercado
Centros comerciales: 9,8%
Quioscos: 5,3%
Clubes del libro: 3,9%
La ficción se vende principalmente a través de librerías, cadenas de librerías y centros comerciales, con los clubes del libro desempeñan un papel importante para la venta de literatura infantil y de adolescentes (8%).

jueves, 1 de octubre de 2009

Martín Eden o el sueño de ser escritor.

Mi agradecimiento al compañero Oriafontan de Locus Literario por haberme recomendado este libro.

Martín Eden es un libro de extremos, un viaje catártico desde el fango de la ignorancia humana hasta la cumbre de la belleza. Y el medio de transporte de ese viaje es la palabra impresa, leída, soñada.
Pienso que todo autor que se precie, y, desde luego, todo escritor que empieza el oficio debería leer Martín Eden. A mí, personalmente, me ha conmocionado, me ha noqueado. Porque todas las inquietudes que puede sentir alguien que escribe y que ansíe publicar están condensadas en sus páginas, de forma tan densa ―con tanta nitidez y tanta crueldad―, que te dejan sin aliento.
En pocos libros que yo recuerde he tomado tantas notas, he subrayado tantos párrafos: Jack London nos desborda con un compendio de sabiduría, cual manantial, que brota y brota hasta cubrirnos.
Toda la obra es un canto a la lucha por mejorar, por aprender, por superarse. El punto de partida no puede ser más desolador: la ignorancia acunada en la pobreza, enquistada en ella. Es ahí, donde un marinero hasta entonces embrutecido (Martín), un día, eclipsado por una mujer de clase social superior de la que se enamora, percibe que “hay algo más”, algo que fluctúa en la realidad que le rodea, dotándola de hermosura. Esa hermosura está encerrada en los libros, apresada sin saber cómo ni de qué forma. Sorprendido por la existencia de la belleza, la fija como meta para triunfar, asegurando con ello el amor de esa mujer. Pasa de ser un marinero a un buscador de belleza, una belleza que ansía expresar en voz alta, pero que se le escapa, se le pierde entre las manos porque carece de herramientas con las que dominarla. Y, es tan grande ese sentimiento, tan puro, y él es tan cabezota, tan fuerte, tan acostumbrado a conseguir lo que quiere a través del trabajo, del esfuerzo, que se pone por meta lograrlo.

>>Y entonces, con esplendor y gloria, nació la gran idea: sería escritor. Sería uno de esos ojos a través de los cuales ve el mundo, uno de los oídos, a través de los cuales el mundo oye, uno de los corazones a través de los que el mundo palpita.

La lucha de personaje por alcanzar la belleza literaria es narrada con todos los lastres y las trabas que podemos encontrar hoy en día. Arranca en la ingenuidad del artista en ciernes, pobre, radicalmente pobre, que al sentirse capacitado y seguro de sí mismo se relame con las venideras fortunas ganadas gracias a las letras. Y es ahí donde el destino lo vapulea de forma constante y sin concesiones por medio de los anónimos y despóticos rechazos:

>>Todos los días pasaba a máquina lo que escribía y copió también sus primeros manuscritos. Y su sorpresa fue grande cuando, a máquina y todo, volvieron a rechazárselos. Con gesto tenaz y agrio los mandó a nuevas publicaciones.
>>…No acabó la frase, sino que miró por todo el humilde cuarto, hasta que su vista se detuvo, triste, en el montón de escritos rechazados, que, fríos en los sobres, se hallaban en un rincón, sobre el suelo.

Por el camino, cual flor a la que se le caen los pétalos, Martín va perdiéndolo todo: la familia, los amigos, los seres queridos… y se encuentra cara a cara con la soledad más absoluta del artista. El artista que pasa hambre, que no duerme, que no vive por poder escribir. Nadie cree en él, y solo él tiene fe en sí mismo. Nace aquí una demoledora crítica contra el sector editorial en dos vertientes bien diferenciadas:

  • La propia máquina editorial en sí misma como un ser abstracto:
    >>Era como las máquinas tragaperras, que cuando se metía una moneda por una rajita hacían un ruido de metal loco y echaban un chicle o una pastilla de chocolate. Según se echase la perra por una rajita u otra, así salía el chocolate o el chicle. Eso pasaba con la máquina editorial. Una rajita daba cheques, otra trabajos devueltos. Hasta entonces él no había acertado con la rajita buena. Lo peor de todo eran los papelitos impresos que solían acompañar los trabajos devueltos; con ellos quedaba completamente establecido el carácter mecánico de la devolución. Si hubiese recibido un solo reglón escrito a mano, de carácter personal, aunque fuera rechazándolo, lo hubiera agradecido. Pero ningún director daba pruebas de existencia. Así, llegó a la conclusión de que no había nadie al fin de la cadena: tan sólo una máquina bien engrasada, de funcionamiento perfecto.
  • Y los que gobiernan dicha máquina editorial: los editores.
    >>Hablando de editores y directores, yo te diré que la aptitud del noventa por ciento para serlo es nula. Suelen ser escritores fracasados. No creas que prefieren el aburrido trabajo de pupitre que hacen y la esclavitud a las razones económicas a la alegría de escribir. Trataron de escribir y han fracasado. Y aquí está lo paradójico: toda entrada al reino del triunfo literario está guardada por estos fracasados de la literatura. Los directores, subdirectores, los editores de libros, en general, son escritores fracasados. Y, sin embargo, ellos, los seres más inadecuados que hay, son los que deciden qué se debe publicar y qué no se debe publicar. Ellos, los que no han demostrado originalidad y gusto, son los jueces de los originales y con buen gusto.

Pero como dije, Martin Eden es un libro de extremos. Y como tal, es fiel a sí mismo. Ese es el único “pero” que pongo a la historia, no porque no sea real, ni honesta, sino por el mensaje desolador que queda al escritor obnubilado por la belleza: la más absoluta soledad. Un rasgo profundamente autobiográfico, un vaticinio del autor sobre su propio futuro.
Dejo aquí mi reseña para no deshilachar más la imaginación del lector y me quedo con la tristeza, al acabar el libro, de haber perdido un antihéroe tan extraño como digno de ser recordado. Una especie de Conde de Montecristo, cincelado por la cultura, con un objetivo grabado a fuego sobre su conciencia.
Y, en medio de ese caos espeso, de esa melancolía brumosa y oscura del genial Jack London me quedo con dos apuntes:

Su definición de la escritura:

>>El escribir …era el esfuerzo consciente de liberarse de una angustia y el momento límite que indicaba que otra angustia había de surgir. Era algo como eso que hacen muchos hombres y mujeres, el "desahogarse", que les lleva a decir hasta la última palabra de un dolor real o imaginario para curarse de él.

Y el otro, un rayo de luz en medio de la densa niebla de párrafos y letras, que nos hace, a pesar de todo, creer en la esperanza:

―Pero, Martín; si eso es así, ¿cómo es que hay escritores que han triunfado?
―Llegaron a triunfar…, triunfando. Haciendo tales maravillas, tan gloriosas creaciones, que quemaban con su fuego y reducían a cenizas todo lo que se oponía a su triunfo. Y eso es lo que yo quiero hacer:
triunfar.

¡Gloria a Martín Eden! ¡Gloria a Jack London!